Page 181 - LIBRO ERNESTO
P. 181
Capítulo 8
cuadras a la redonda, sin peatones ni curiosos. Todo bajo un estricto
control. Ahora si era preciso contar con el concurso de los miembros
acantonados en el Cuartel Esmeraldas. Alrededor del hotel no volaba
ni una mosca.
La otra cara de la medalla, vivieron en el hotel de Barcelona, ubicado
en Miraflores. Una serenata de pronunciada duración y en alto volu-
men interrumpió por algunas horas el descanso del plantel canario.
Esa fue una orden emitida por el Estado Mayor de las Fuerzas Arma-
das. No me pregunten a quien se le ocurrió y peor quien la ejecutó.
Fue así y punto.
El día del partido, miles de camisetas con la inscripción: “Barcelona
Tricampeón”, inundaban los sectores aledaños al estadio Bellavista.
Tiraron por anticipado la casa por la ventana. Antes de ingresar
al vestuario me encontré con Patricio Jarrín y le gasté una broma:
“El partido no se va a jugar, han declarado campeón a Barcelona”, le
mentí y el ‘Pato’ se puso trémulo y parecía que tenía calambres en los
párpados. Nos abrazamos, festejando la cruel pasada. Luego emití la
charla técnica con todas las puntualizaciones. Tenía un equipo que me
entendía a las mil maravillas. El 4-3-3, mi dibujo táctico preferido me
daba confianza. Defendía y atacaba con diez. Era una tromba.
Nacional hería por las bandas, abría la cancha y demolía en los últimos
metros. Todo estaba listo en Ambato para que Barcelona sea campeón,
alentado por la euforia de su hinchada, que pintó de amarillo el
Bellavista. Ese día fuimos inmensamente superiores. “Acá no nos
ganan”, les dije a mis jugadores en el vestuario y ya en el gramado lo
demostramos con un contundente 3 a 0.
José Villafuerte a los 14 minutos y Fernando Baldeón a los 19’ y
83’, aniquilaron la valla del ‘Gato’ Edgar González. En 20 minutos
el partido estuvo resuelto. Un golazo de ‘La Fiera’, -el primero de su
cuenta- metiendo la pelota en parábola, electrocutó a Barcelona. Fue la
estocada de muerte. Al final del partido, la parcialidad torera se retiró
en medio de un silencio sepulcral, mientras los hinchas de Nacional
daban rienda suelta a su euforia. Era la sexta corona. Volvíamos a la
Memorias de un triunfador 181