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Capítulo 9



                             LA COpA AMéRiCA dEL

                         83 y EL ATRACO dE ORTUbé






                     legué por quinta vez al timón de la Tricolor. Fue una historia
                     revuelta y maravillosa a la vez. Empatamos en un partidazo con
               LArgentina 2 a 2. Esa noche del 10 de agosto, el equipo de Carlos
               Salvador Bilardo, que luego sería campeón del mundo en México 86,
               estaba a punto de llevarse el triunfo del Atahualpa. El tablero estaba 2
               a 1. Dos veces había marcado Jorge Luis Burruchaga para la albiceleste
               y ‘Mafalda’ Vásquez concretó el gol ecuatoriano.


               El referí colombiano Gilberto Aristizábal que ya estaba mirando de
               reojo el reloj, decretó un tiro libre a nuestro favor a 30 metros del arco
               de Nery Alberto Pumpido. Apareció José Jacinto Vega y le metió un
               zapatazo infernal que por poco desbarata el arco rioplatense. Golazo y
               empate que los 40 mil espectadores presentes en el Atahualpa saludaron
               con euforia.

               Una semana después vino Brasil y nos ganó con un gol de Roberto
               Dinamita.  Los  resultados  no  fueron  óptimos,  pero  la  prensa
               especializada consideró que habíamos hecho bien los deberes. Era el
               ‘Grupo de la muerte’ con contrincantes del peso de Argentina y Brasil.
               Dos potencias indiscutibles.

               De pronto, la estantería se vino al piso en el choque de vuelta ante
               Brasil en el Estadio Serra Dourada de Goiania. Nos despacharon un
               impiadoso 5 a 0, en una actuación repleta de errores y falta de entrega
               y obediencia de varios jugadores.


               Las luces del desastre se encendieron cuando el marcador estaba 0 a 0 y
               Ecuador marró un tiro penal a los 43 minutos del primer tiempo. Lo erró
               José Voltaire Villafuerte, que contrariando mi orden marginó a Hans
               Maldonado, que era el único encargado de lanzar los disparos desde el
               punto fatídico. No sé porque lo hizo. Si le pregunté no lo recuerdo.

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