Page 59 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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obligatorio afirmar la verdad de que el europeo, el hombre blanco, es el menos ingrato de todos los
                  bípedos concebidos por el Todopoderoso, osos polares y simios incluidos. Es más, prácticamente
                  la totalidad de nuestros grandes hombres, con Schopenhauer a la cabeza, han sido grandes
                  amantes de los perros. Nuestros amantes y abnegados amigos han sido, muy a menudo, actores
                  de episodios históricos, quedando, como expresión de su supremo sacrificio, en el anonimato.

                  Así, el perro que perteneció a María Estuardo, ilustrativo del cariño que puede ligar a canes y
                  personas. Dice un párrafo de una carta escrita por Lord Burghley a Isabel de Inglaterra Los
                  verdugos encontraron oculto entre las faldas de María al perrito, y de allí debieron de sacarle a la
                  fuerza, pero el animal, sin querer separarse de su dueña, se colocó, entre la cabeza, ya separada
                  del tronco, y el resto del cuerpo, de donde le retiraron, ensangrentado... ( 106).

                  Guillermo el Taciturno, príncipe de Orange, fue salvado en 1752 por su perrito faldero, durante el
                  sitio de Mons. El general jefe de la plaza sitiada, aprovechando la oscuridad de la noche, inició una
                  salida, acercándose con gran cautela a las tropas sitiadoras, al mando del príncipe. Unicamente el
                  perro, con su maravilloso instinto, comprendió el peligro que corría su amo, y a manotazos y
                  arañazos le despertó. Ante el peligro que le amenazaba el príncipe Guillermo pudo ponerse a
                  salvo, montando en un caballo ensillado que siempre tenía junto a la tienda de campaña.    Así se
                  ha referido siempre esta anécdota, siendo de destacar la discreción del falderillo que al advertir la
                  proximidad de gente extraña no comenzó a ladrar, como parecía lo más lógico, sino que se limitó a
                  advertir silenciosamente a su amo. (107).

                  Cuando Juan Ponce de León, el conquistador y explorador español reprimió una revuelta de los
                  nativos de Puerto Rico, el mejor, o al menos uno de los mejores soldados de su ejército fue un
                  perro llamado Becerrillo. Entre los nativos, ese sabueso, según el cronista español Herrera
                  reconocía a los que estaban en guerra con los españoles y a los que se mantenían sumisos y por
                  tal razón, los indios temían más a diez españoles con el perro que a cien sin él.    Igual que su
                  soldado, un infante, al perro se le concedía regularmente su parte del botín de guerra una parte y
                  media de todo lo que se tomara, así como oro, esclavos y otras cosas . Más tarde, cuando Ponce
                  de León se puso en marcha a la busca de la Fuente del Elixir de la Vida, en las islas Bimini (y en
                  vez de ello, descubrió la Florida en 1513), se llevó consigo a Becerrillo, ordenando que se le
                  concediera paga de soldado y ración diaria (108).

                  Estos episodios, y cien más que podríamos relatar, son demostrativos de una correlación de afecto
                  hombre-perro o perro-hombre. Desgraciadamente, no siempre existe tal correlación, en la Historia
                  de los hombres. Y aquí queremos referimos al invento del arma más inútil imaginado por los
                  hombres, en el cual, para oprobio de éstos, se utilizaban perros. En 1941, en el frente del Este, los
                  rusos inventaron la mina canina. El plan consistía en entrenar a los perros para crearles un reflejo
                  condicionado en el sentido de que asociaran la idea de la comida con la parte inferior los tanques,
                  convencidos de que irían a colocarse debajo de los    panzers alemanes y estos serían destruidos
                  al estallar las minas sujetas con una correa a la espalda de los perros. Pero, como sucede a
                  menudo en la historia de los hombres, la malignidad se asocia con la estupidez, y los perros
                  demostraron tener más instinto incluso que el que les atribuía el Doctor Levin (109) macabro
                  inventor de la mina canina.    En efecto, nuestros mejores amigos asociaron la idea de la comida
                  con la parte inferior de los tanques... rusos y forzaron a retirarse, con grandes pérdidas, a toda una
                  división de tanques soviéticos. El plan fue abandonado a los dos días (110).









                  ROSARIO DE INEPTITUDES
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