Page 55 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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veleta.    A lo que podríamos replicarle, serenamente ¿Y qué

                  Admirémonos, para empezar del sobrio rigor lógico de Don Adolfo Suárez que, en 1967 al llegar a
                  Ministro Secretario    General del Movimiento dijo Fundamentalmente, me considero hombre del
                  Movimiento, ya que creo que la substancia ideológica del Movimiento está en aquélla doctrina de
                  José Antonio. que todavía tiene validez. (98) En 1976, mientras preparaba el cambio, Don Adolfo
                  Suárez manifestó que no renegaba de nada, y que en la nueva situación política sólo se
                  modificaría aquello que estuviera impuesto por el paso del tiempo.    Cambio sin ruptura. se llamó a
                  esa figura.    Luego resultó que sí, que hubo ruptura, y la patrocinó Don Adolfo Suárez,
                  precisamente. Este hombre, en unos quince años de sacrificarse por España ha protagonizado el
                  zizagueo más sorprendente de la historia política europea en muchos años.    Nacido en la Falange
                  de Fernando Herrero Tejedor, pasando por el integrismo ultraderechista y ultracatólico de Carrero
                  Blanco, protagonizando el cambio-ruptura al frente de un partido -la U.C.D.- que se presentó al
                  electorado como una continuación del franquismo, traicionando luego a U.C.D. Y creando un nuevo
                  Partido fantasmal en vísperas de las elecciones, terminó por votar la investidura del líder socialista
                  Felipe González haciendo de Capitán Araña ante todos los centristas a los que había embarcado
                  en 1976. Hay razones para compadecer al gran patriota Suárez. Seguro que él lamentaba dejar en
                  la estacada, sucesivamente, a sus seguidores, pero arrostraba sus invectivas y sarcasmos con la
                  mirada fija en su obsesión de siempre el bien de España.

                  Otro gran hombre, injustamente criticado por los envidiosos, incapaces de comprender la grandeza
                  de los que se sacrifican modificando ligeramente sus enfoques políticos, es Don José María de
                  Areilza, Conde consorte de Motrico. Este ilustre prócer, en un discurso pronunciado en el Coliseo
                  Aleia, de Bilbao, el 1 de Junio de 1937, en plena Guerra Civil (según unos) o Cruzada de
                  Liberación (según otros) dijo España ha recobrado la plena independencia de su soberanía.    En
                  uso de ella, proclama bien alto su amistad hacia los grandes pueblos europeos que en estas horas
                  trágicas de Cruzada Nacional están con nosotros la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el
                  Portugal de Oliveira Salazar. A los pueblos de Inglaterra y Francia se lo ha advertido ya, con toda
                  lealtad el Caudillo Franco que no se sorprendan mañana si nuestra política exterior cierra sus
                  puertas a quienes, en, días de prueba para nuestra patria, nos demuestran su enemistad. El ilustre
                  señor Conde consorte, tras ser alcalde franquista de Bilbao, desempeñó las embajadas de Buenos
                  Aires, Paris y Washington, donde fue adalid del anterior y aborrecido régimen.    Pronto se hizo
                  consejero de Don Juan de Borbón, para terminar siendo uno de los arquitectos del cambio político
                  operado en España, llegando a ocupar la cartera de Asuntos Exteriores.    La coronación de su
                  brillante carrera fue la presidencia del Parlamento Europeo.    Del ultranacionalismo de 1937 al
                  europeísmo de 1982, pasando por el pro-falangismo, el juanismo y la democracia liberal.    Si, como
                  aseguran de sabios es mudar de opinión, el señor Conde-consorte ocupa un lugar de privilegio en
                  el olimpo de los juiciosos y sesudos varones de la Política.


                  Pero España, no lo olvidemos, es un país de sabios.    Sabios -es decir criterio-mudantes- son
                  prácticamente todos los parlamentarios y ex-parlamentarios de U.C.D., de Alianza Popular e
                  incluso numerosos marxistas de nuevo cuño. Pero ya se sabe que la política (que no la gran
                  Política como arte de realidades) es cantera de sabios. También en la Literatura y en las Bellas
                  Artes en general tenemos sabios insignes. Por cierto que nuestros escritores estuvieron
                  lloriqueando (a escondidas hasta la muerte de Franco, y a cara descubierta en el período de la
                  llamada transición) para que se levantara la malhadado Censura, que les impedía la libre eclosión
                  de sus talentos literarios. Llevamos ya siete años sin Censura (99) y todavía esperamos
                  ansiosamente la aparición de los nuevos Cervantes, los nuevos Calderón, los nuevos Quevedo o,
                  al menos, los nuevos Larra, que aquélla ahogaba en flor. Es curioso, pero uno de los que más
                  despotricó siempre contra la Censura fue Don Camilo José Cela, lo que nos resulta perfectamente
                  comprensible. Y lo decimos por la sencilla razón de que este gran escritor debe conocerla bien,
                  pues en su día trabajó en el departamento de Censura de libros y publicaciones del Ministerio.
                  Concretamente se encargaba de la censura de las publicaciones Boletín del Colegio de Huérfanos
                  Ferroviarios, Farmacia Nueva y El Mensajero del Corazón de Jesús.    También se le acusó,
                  queremos suponer que sin fundamento, de haberse ofrecido a un alto mando del Ejército para
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