Page 53 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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resultado por bueno alegando que la casualidad siempre es posible y que no habían pruebas de
                  irregularidades favoreciendo a Johnson. Y éste llegó a Senador, y, desde ese trampolín, a la
                  presidencia, al morir Kennedy.    Hubo que esperar al 30 de julio de 1977 a que Luis Salas, un
                  chicano que era juez electoral en Alice, admitiera que él y un conocido gangster de la política,
                  George Parr, que se había suicidado en 1975, habían hecho trampa en favor, de Johnson
                  mediante, una fuerte suma de dinero (94).

                  Y ahora, un caso en que el elemento cómico supera al trágico y al divertido. En las elecciones
                  primarias para el Senado, en Florida, en 1950 George Smathers, del Partido Republicano, cuya
                  fortuna era inversamente proporcional a su cultura, y tenía mucho dinero desató una campaña
                  contra su oponente, del Partido Demócrata, Claude Pepper, exponiendo los vicios secretos de
                  éste. Smathers descubrió a los electores que Pepper era un extravertido a quien siempre se veía
                  acompañado de muchachos jóvenes, su hermana era una lesbiana y su hermano un homo sapiens
                  practicante. Además, cuando Pepper fue al colegio, incluso llegó a matricularse.    Y lo peor de todo
                  era que Pepper practicó el celibato antes de casarse. Como es natural, los electores rurales
                  quedaron horrorizados ante esta serie de vicios y Pepper fue ampliamente derrotado (95).    Es
                  reconfortante comprobar cómo la virtud vence al vicio.



                  Sería absurdo suponer que cosas como éstas -y muchas otras que no mencionamos, aparte de las
                  que quedan en un piadoso camuflaje- suceden solamente en la gran democracia americana.    En
                  los varios años en que viví en Francia pude seguir de cerca las vicisitudes de diversas elecciones y
                  referendums, y puedo atestiguar que la práctica de sacarse los trapos sucios al sol, unos
                  candidatos a otros, es mucho más corriente que la exposición de un programa serio, realizable y
                  coherente ante el electorado.

                  Y algo parecido, aunque tal vez en menor escala, puede decirse que sucede en Inglaterra y
                  Alemania. En España la costumbre no ha llegado a la generalización de esas naciones, que tienen
                  una mayor experiencia democrática. Tal vez otro motivo -aparte la falta de experiencia- sea el
                  consenso a que parece haberse llegado, motivado por la innegable relación de la inmensa mayoría
                  de, los miembros de la clase política con el aborrecido régimen anterior.    Si tú te callas, yo me
                  callo, diríase que es el pacto no escrito a que han llegado los padres de la patria en este viejo país.


                  Queremos cerrar este epígrafe con un par de constataciones que nos parecen antológicas.    Según
                  encuestas llevadas a cabo por el Instituto de la Opinión Pública, en Francia, por el Gallup en los
                  Estados Unidos y por el Daily.    Express, en Inglaterra, los tres presidentes más populares de estos
                  tres pilares de la Democracia fueron Abraham Lincoln, Charles De Gaulle y Winston Churchill.
                  Naturalmente, cuando las encuestas fueron realizadas, los tres grandes hombres habían fallecido
                  tiempo ya.    Pues bien, Lincoln fue elegido solamente por el diecisiete por ciento de sus electores,
                  mientras sus oponentes Stephen Douglas, John C. Breckenridge y John Bell obtenían el once, el
                  siete y el cuatro por ciento y el sesenta y uno por ciento se abstenían. En cuanto a De Gaulle fue
                  Presidente Provisional de la República, auto nombrándose él mismo mientras presidía la
                  Resistencia desde la B.B.C. londinense y en cuanto hubieron elecciones libres (como las llaman),
                  los electores le mandaron a su casa.    Volvió al poder diez años después, aprovechándose de la
                  revuelta de los militares de Argelia, el 13 de Mayo de 1958. Luego, consolidó su presidencia
                  mediante un referéndum, sistema que los demócratas de toda la vida han aborrecido siempre
                  como dictatorial. Con referendums prolongó su mandato (que los buenos républicains calificaron de
                  reinado) hasta que un buen día cometió un error monumental, propiciado por su inmenso orgullo.
                  Tanto le habían hablado de su grandeur que llegó a creer en ella ciegamente.

                  Un día, en pleno Consejo de Ministros, le largó a su Primer Ministro, Georges Pompidou, antiguo
                  director general de la Banca Rothschild, la siguiente frase Aquí, yo soy las Tablas de la Ley.
                  Pompidou le había reprochado su apoyo a los árabes contra el Estado de Israel. En el siguiente
                  referéndum, De Gaulle (96) fue barrido por una poderosa campaña propagandística y derrotado.
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