Page 54 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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En todo caso, queremos insistir en el hecho de que De Gaulle nunca ganó unas elecciones.    Las
                  dos veces que llegó al poder fue detrás de los tanques; angloamericanos primero y de los
                  generales sublevados de Argel, después. Y ya hemos mencionado más arriba que Churchill fue
                  repetidamente rechazado por el electorado británico, que sólo le votó cuando se presentó
                  flanqueado de otro político y cuando ya era un anciano con las facultades embotadas por el abuso
                  del alcohol.

                  La segunda constatación se refiere a la Conferencia de Potsdam, celebrada tras el fin de la II
                  Guerra Mundial en Europa.    Allí habían cuatro estadistas y el representante de un quinto país.
                  Truman, Churchill, Stalin, De Gaulle y un delegado chino, de apellido impronunciable.    De hecho,
                  festejaban la victoria sobre el dictador Hitler. La victoria de las democracias, se aseguró.    Pues
                  bien Truman no había sido votado por el pueblo americano; había alcanzado la presidencia a la
                  muerte de Roosevelt, como Vice-Presidente que era, nombrado tal por el Senado, al que accedió,
                  como hemos visto más arriba, merced a un fraude electoral.    De Churchill ya hemos dicho que
                  había llegado al cargo de Primer Ministro gracias a una maniobra de pasillos, pero que el pueblo
                  británico no le había votado. Como tampoco habían sido votados ni Stalin ni De Gaulle. Ni tampoco
                  Chiang-Kai-Chek, representado por un colega en Potsdam, y que debía su mandato a una revuelta
                  militar que implantó la república en China. El único que debía su mandato a una victoria electoral
                  era el ausente; el gran ausente Hitler.    Este era el dictador.    Los que pontificaban en Potsdam y
                  arreglaban el mundo a su capricho, los demócratas.    Por lo menos, esto nos han asegurado a
                  todos.









                  LOS CAMALEONES


                  Camaleón Reptil del orden de los saurios, cuyo cuerpo puede hincharse por dilatación del pulmón,
                  hasta llegar a transparentarse y dejar ver los cambios de color que la respiración produce en la
                  sangre. Figurado Persona que por carácter o a impulsos del favor o el interés muda con facilidad
                  de pareceres o doctrinas (97).

                  Los camaleones abundan más en el género humano que entre los reptiles, aunque sean del orden
                  de los saurios. Y, dentro del género humano, abundan tanto en la llamada clase política que las
                  palabras camaleón y político han parecido experimentar una especie de simbiosis, hasta el punto
                  de no poderse distinguir con excesiva claridad, por lo menos en la práctica.    No obstante, el rasgo
                  camaleónico de tantos y tantos esforzados paladines del pueblo no tiene por qué conllevar
                  connotaciones peyorativas. El mudar de opinión no es de chaqueteros, ni de aprovechados, como
                  pretende el vulgo, amante de las simplificaciones y poco dado a las sutilezas; puede ser signo de
                  sabiduría, pues ya dice el adagio que rectificar es de sabios.    En este sentido, la cantidad de
                  sabios que encontramos a diario es espeluznante.    Con tantos sabios como hay, por ejemplo, en
                  los parlamentos occidentales, es increíble que el mundo atraviese la crisis que padece
                  actualmente.

                  En España, por ejemplo, los políticos profesionales de este prestigioso país fueron unos auténticos
                  camaleones desde el mismo momento en que murió Franco. Las excepciones se pueden contar
                  con los dedos de una mano... y sobrarían dedos. Al decir que fueron unos camaleones queremos
                  decir que fueron inteligentes. Inteligencia es palabra que procede del latín Intelligere, que significa
                  comprender. Nuestros esforzados políticos comprendieron por dónde iba a soplar el viento; un
                  inmundo facha seguramente saldría por la tangente murmurando que esa es la inteligencia del
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