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RASSINIER : La mentira de Ulises



                                                           EN DORA.

                                     «El campo de Dora comenzó a instalarse en noviembre de 1943...» (Página
                                46.)

                            El primer convoy llegó allí, con toda exactitud, el 28 de agosto de 1943.

                                     «Allí, como en Buchenwald, al descender de los vagones nos esperaban los
                               de la S.S. Un camino atravesado por baches llenos de agua conduce al campo. Fue
                               recorrido a paso de carrera. Los nazis, calzados con botas altas, nos perseguían y
                               lanzaban sus perros sobre nosotros... Esta corrida de toros de un nuevo género iba
                               acompañada por numerosos disparos de fusil y alaridos inhumanos...» (Páginas 43
                               y 44.)

                            Yo no recuerdo que se lanzase a los perros sobre nosotros, ni

                       [145] que se disparasen tiros. Por el contrario, recuerdo muy bien que los Kapos  y los
                       Lagerschutz  que vinieron a hacerse cargo de nosotros eran mucho más brutales que los
                       soldados de la S.S. que nos habían escoltado.
                            Antes de pasar a dos errores muy graves, quisiera todavía citar otros dos que lo son
                       menos, pero que acusan la ligereza del testimonio, sobre todo cuando se sabe que por sus
                       funciones en el campo su autor estaba en posesión de la situación de los efectivos, lo cual le
                       quita toda excusa:

                                     «Sólo mencionaré a este buen anciano doctor Mathon, conocido con el
                               apodo de papá Girard...» (Página 81.)
                                     «Durante diez meses, he llevado siempre sobre mí la Sagrada Forma.
                               Algunos sacerdotes exponiéndose constantemente a la muerte, me abastecieron de
                               nuevo sin cesar. Debo nombrar aquí al abate Bourgeois, al R. P. Renard, trapense,
                               y al querido abate Amyot d'Inville...» (Página 87.)
                            Por una parte, había en Dora un doctor Mathon y un doctor Girard. El segundo era
                       muy   anciano y es al que hemos llamado el buen papá Girard. Por otra, el abate Bourgeois
                       murió en el segundo mes después de su llegada a Dora, entre el 10 y el 30 de abril de 1944,
                       antes  de la salida de un transporte de enfermos para el cual había sido designado. Por tanto,
                       él no ha podido abastecer al hermano Birin durante diez meses. Se podría añadir aún que si
                       bien los sacerdotes eran maltratados por las mismas razones que los demás deportados y
                       además por su condición religiosa, sin embargo no se exponían a la muerte conservando junto
                       a ellos la Sagrada Forma.

                                                   UNOS ERRORES GRAVES.

                                     «Las mujeres de la S.S. designaban también a sus víctimas y con mayor
                               cinismo todavía que sus maridos. Lo que ellas deseaban eran bellas pieles humanas,
                               tatuadas artísticamente. Para complacerlas, se ordenaba una reunión en la plaza,
                               siendo obligatorio el
                       [146]
                               vestido a lo Adán. Después, pasaban estes damas entre las filas y, como en la
                               exposición de una modista, hacían su elección.» (Páginas 73 y 74.)

                            No es exacto que hayan sucedido tales cosas en Dora. En Buchenwald hubo el asunto
                       de una lámpara de piel humana tatuada. Figura en los documentos de Ilse Koch llamada «la
                       perra de Buchenwald». E incluso en Buchenwald, el hermano Birin no puede haber asistido a
                       la elección de las víctimas coma pretende en su ya citada declaración de la página 38, por ser
                       anteriores a nuestra llegada los hechos incriminados, si es cierto que se produjeron realmente.
                            Además, él da a esta selección de las víctimas un carácter de costumbre y de
                       generalización, y hace de ella una descripción notablemente precisa. ¿Cómo no se va a pensar
                       que la acusación que pesa sobre Ilse Koch respecto a este, resulta muy   frágil si el que ha
                       situado el hecho en Buchenwald basándose sobre el cuerpo del delito (las lámparas en




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