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RASSINIER : La mentira de Ulises




                       [138] el principio hasta el final, y en la mayoría de los hechos a los que el autor se refiere, si
                       no un conjunto de "se dice" que corrían en todos los campos y que nunca se podía comprobar
                       sobre el terreno, sí al menos, una serie de testimonios de segunda mano yuxtapuestos –
                       armoniosamente, hay que reconocerlo –  con el designio de servir una interpretación particular.
                            En esta obra, donde se trata de la verdad y no del virtuosismo, no se encontrará ningún
                       extracto de ellos.


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                            Los textos que cito, están transcritos literalmente. En su mayoría, van precedidos o
                       seguidos por un comentario personal.
                            Para hacer más cómoda la confrontación, he clasificado a sus autores en tres categorías:
                       los que no estaban preparados para ser testigos fieles y a los cuales – por lo demás, sin
                       ninguna intención peyorativa –  yo llamaría los testigos menores; los psicólogos víctimas de
                       una predisposición demasiado pronunciada por el argumento subjetivo; y los sociólogos o los
                       estimados como tales.
                            En guardia hasta conmigo mismo, para no ser acusado de hablar sobre cosas que se
                       situarían un poco en exceso fuera de mi propia experiencia, de caer en el defecto que yo
                       reprocho a los otros y de arriesgar, por mi parte, alguna retorsión de las reglas de la probidad
                       intelectual, he renunciado deliberadamente a presentar un cuadro de la literatura sobre los
                       campos de concentración. No se trata más que de una "ojeada", insisto aún, y sólo descansa
                       sobre hechos o argumentos que he podido apreciar por mí mismo.
                            El número de los autores recogidos está pues forzosamente limitado en cada categoría y
                       en el conjunto: tres testigos menores ( ) (el abate Robert Ploton, el hermano Birin, de las
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                       escuelas cristianas de Epernay, el abate Jean-Paul Renard), un psicólogo (David Rousset), un
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                       querido que fuesen ellos los más representativos, la claridad de la exposición gana con ello y
                       las vías de la reconsideración del problema de los campos de concentración pueden ser
                       señaladas mejor.
                            El lector tratará naturalmente de situar estas posturas en el

                       [139] gran drama de la deportación, enfrente de sus trágicas consecuencias de conjunto, sobre
                       el plano humano, y quizás obtenga como conclusión que me he detenido excesivamente en los
                       detalles. Si yo recalco que los transportes de Francia a Alemania se hacían a razón de cien en
                       vagones destinados a recibir cuarenta personas como máximo, y no a razón de ciento
                       veinticinco como algunos han pretendido, se observará que esto no mejora sensiblemente las
                       condiciones del viaje. Si yo preciso que un campo llevaba el nombre de Bergen-Belsen y no
                       el de Belsen-Bergen, no cambio nada, de seguro, en la suerte de los que allí se internaba. Que
                       la palabra "Kapo" esté formada por medio de las iniciales de las que componen la expresión
                       alemana "Konzentrationslager Arbeits Polizei", o derive de la expresión italiana "Il Capo",
                       no tiene en sí ninguna importancia. Y los malos tratamientos, el hambre, la tortura, etc., que
                       hayon tenido lugar en un campo u otro, quedarán siempre como malos tratamientos, los haya
                       visto o no el que los refiera, hayon sido cometidos directamente por la S.S. o por una persona
                       interpuesta de los presos escogidos cuidadosamente.
                            Observaré por mi parte que un conjunto está compuesto por detalles y que un error de
                       detalle de buena o mala fe, además de ser susceptible de falsear la interpretación en el
                       espectador, le lleva lógicamente a dudar de todo si lo descubre. A dudar solamente cuando no
                       hay más que un error: si hay muchos...
                            Se me comprenderá meajor si me remito a un suceso que entretuvo a la actualidad hace
                       algunos años. Poco antes de la segunda guerra mundial, un estudiante extranjero,
                       aprovechando un momento de descuido de los guardianes, robó en el Louvre un cuadro de
                       Watteau conocido por el nombre de El indiferente. Algunos días después, lo devolvió o se le
                       encontró en su casa, pero le había hecho sufrir una pequeña modificación: molesto por la



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                         Ruego que no se vea indirectamente ninguna intención de anticlericalismo en el hecho de que los tres sean
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