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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       cuestión) lo ha hecho por el mismo procedimiento? ( )
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                            Para terminar con este asunto, quisiera precisar que en febrero y marzo de 1944, el
                       rumor de los internados en Buchenwald acusaba a los dos Kapos  del Steinbruch  y del
                       Gärtnerei ( ) de este crimen, perpetrado antaño por ellos con la complicidad de casi todos su
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                       colegas. Los dos compinches, se decía, habían industrializado la muerte de los presos
                       tatuados, y por conducto del Kapo y del S.S. de servicio en el crematorio vendían las pieles a
                       Ilse Koch y a otros a cambio de pequeños favores.
                            Pero ¿se paseaban por el campo la mujer del comandante y las otras mu jeres de los
                       oficiales en busca de bellos tatuajes a cuyos propietarios designaban ellas mismas para la
                       muerte? ¿Se organizaban formaciones con vestido a lo Adán para facilitarles esta búsqueda?
                       Yo no puedo confirmarlo ni anularlo. Todo lo que puedo decir es que, contrariamente a lo que
                       afirma el hermano Birin, esto no se ha producido nunca en Dora ni en Buchenwald du rante
                       nuestro internamiento común.

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                                     «Cuando el sabotaje parecía cierto, se colgaba de una manera más cruel. Los
                                reos eran levantados de la tierra por la tracción de un torno eléctrico que les
                                despegaba lentamente del suelo. No habiendo sufrido la sacudida fatal que acogota
                                al reo y frecuentemente le parte la nuca, los desdichados pasaban por todos los
                                horrores de la agonía.
                                     »Otras veces se plantaba un gancho de carnirero bajo la mandíbula del
                                condenado que era suspendido por este bárbaro medio.» (Página 76.)

                            Es exacto que al final de la guerra, a fines de 1944 y comienzos de 1945, los sabotajes
                       se hicieron tan numerosos que se ahorcaba en grupos. Se tomó la costumbre de ahorcar no
                       solamente en la plaza sino en el mismo túnel, con la ayuda de un polipasto movido por un
                       torno, y con maderos de ejecoción semejantes a los de un campo de fútbol. El 8 de marzo de
                       1945, fueron colgados de esta manera dieciocho reos, y el domingo de Ramos cincuenta y
                       siete – ¡el domingo de Ramos, ocho días antes  de la liberación cuando ya oíamos muy cerca
                       los cañones aliados y el resultado de la guerra no podía ser dudoso para la S.S.!
                            Pero la historia del gancho de carnicero, contada con referencia a Buchenwald, donde se
                       encontró el instrumento en el horno crematorio, tiene todas las probabilidades de ser falsa en
                       lo concerniente a Dora. En todo caso, yo nunca oí hablar de elloe en los propios lugares y no
                       cuadra además con las costambres habituales del campo.
                                     «Por instigación del famoso Oberscharführer Sanders, S.S. con el que tuve
                                que habérmelas, fueron empleados otros medios de ejecución para los saboteadores.
                                     »Los desgraciados eran condenados a cavar estrechas zanjas, y se obligaba a
                                sus camaradas a enterrarles en ellas hasta el cuello. Quedaban abandonados en esta
                                situación durante cierto tiempo. Luego, un S.S. armado con un hacha de mango
                                largo cortaba las cabezas.
                                     »Pero el sadismo de ciertos S.S. les hizo encontrar un género de muerte
                                más cruel. Ordenaron a los otros
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                                presos que pasasen con carretillas de arena sobre estas pobres cabezas. Todavía
                                estoy obsesionado por estes miradas que, etc...» (Página 77.)

                            Esto tampoco sucedió nunca en Dora. Pero la historia me fue contada en el campo,
                       poco más o menos en los mismos términos, por presos llegados de otros campos y que
                       pretendían haber asistido a la escena: Mauthausen, Birkenau, Flössenburg, Neuengamme, etc.
                       De regreso en Francia, la he encontrado en diversos autores: no había ningún interés en hacerla
                       figurar en un testimonio escrito a cuenta de un campo donde no se ha producido. Tomando a
                       un autor en flagrante delito de error, la opinión pública francesa duda respecto a todos los
                       campos y la opinión pública alemana saca argumento de la mentira.



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                         Tan frágil, que incluso la audiencia de lo criminal de Augsburg, que tuvo que conocer la acusación, no la retuvo
                       contra la acusada... !por falta de pruebas! (Nota  de la 2a edición francesa).
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                         Cantera y jardinería.

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