Page 450 - Mahabharata
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               me ha estado manteniendo y es mi deber luchar por él. Mas tú sabes que mi amor y mis
               bendiciones estarán siempre contigo.

                   Yudhisthira fue hacia Drona, Kripa y Salya y después de haber obtenido sus permisos
               y sus bendiciones, regresó a su campo. Cuando volvió, todos sabían que la guerra iba a
               estallar en cualquier momento y que los pandavas ganarían. Mientras Yudhisthira estaba
               hablando con Salya, Krishna se las arregló para ir a donde estaba Radheya y le dijo:
                   —Radheya, he oído que debido a tu odio por Bhishma has jurado no luchar hasta
               que él muera; una vez que muera tendrás que luchar. Aún no es demasiado tarde; ven y
               únete a los pandavas o al menos únete a ellos durante unos pocos días y así podrás luchar
               contra Bhishma, tu enemigo. Después de que muera puedes volver con Duryodhana.
                   Radheya se rió de Krishna y le dijo:

                   —¿A qué viene esta sugerencia tan infantil, Krishna? Grande es tu afecto por los
               pandavas, pero, mi señor, yo quiero a mi amigo Duryodhana y ya le he entregado mi
               vida, sólo es una cuestión de días, de pocos días. Déjame que siga el curso de mi destino,
               ha sido ordenado de este modo y nadie puede cambiarlo.
                   Los ojos de Krishna estaban llenos de lágrimas contemplando a aquel hombre, el más
               noble y el más desafortunado de los héroes que iban a morir en unos pocos días.
                   Después de regresar junto a su ejército, Yudhisthira anunció en voz alta para ambos
               ejércitos:

                   —La guerra está a punto de comenzar; si hay alguien del lado de los kurus que desee
               unirse a mí, es bienvenido.
                   Habiéndose oído estas palabras de Yudhisthira, Yuyutsu, uno de los hermanos de
               Duryodhana, fue hacia Yudhisthira y le dijo:
                   —Deseo ponerme de tu lado si tú me aceptas. Yudhisthira estaba complacido con él y
               le dijo:
                   —¡Seguro!, me alegra que te pongas de nuestro lado. Me alegro de que cuando mi tío
               Dhritarashtra muera, al menos uno de sus hijos viva aún para realizar para él los ritos
               funerarios.

                   Estas dulces pero mordaces palabras que salieron de los labios de Yudhisthira hicieron
               que los kurus perdieran su complacencia durante un momento y se estremecieran invol-
               untariamente, pues al instante se acordaron del juramento de Bhima. Yudhisthira abrazó
               a Yuyutsu y le dio la bienvenida.
                   Yudhisthira se puso su armadura, y lo mismo hizo Bhima y luego Arjuna, Nakula
               y Shadeva. El aspecto de estos grandes hombres era terrible. Tenían un aspecto fiero y
               espantoso como la muerte misma.
                   Todos los guerreros subieron a sus carros y ambos bandos comenzaron a soplar sus
               caracolas. Luego los tambores de guerra y las trompetas llenaron el aire estrepitosamente.
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