Page 487 - Mahabharata
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6. Bhishma                                                                               467


                   Bhishma se encontró otra vez con Arjuna. Mientras tanto continuaba la lucha entre
               los kurus y Bhima. Ghatotkacha estaba allí todavía. Duryodhana envió a algunos de

               sus hermanos para que se unieran a la lucha; también él estaba allí. Bhagadatta estaba
               luchando gloriosamente contra Ghatotkacha. Su elefante Supritika estaba como nunca
               había estado y no permitía que la lluvia de flechas que le disparaban le afectara de
               ningún modo.
                   Bhima se encontró de nuevo con los hijos de Dhritarashtra en la batalla y comenzó a
               destruirles uno a uno. Ocho más murieron. El ejército se tuvo que retirar, pues ya no
               tenían ningún deseo de luchar. El corazón de Duryodhana estaba roto. Bhima había
               matado a veinticuatro de sus hermanos. El campo de batalla era un panorama depresivo
               para ambos ejércitos. Estaba literalmente sembrado de cadáveres. Era un horrendo
               espectáculo de cuerpos sin cabeza, cabezas sin cuerpos, brazos enjoyados que habían
               sido cercenados y brazos desmembrados que aún blandían espadas, flechas, arcos y
               jabalinas. Los cuerpos de los elefantes y de los caballos muertos estaban esparcidos por
               todo el campo.
                   El Sol se había puesto. Aquel terrible día había acabado. El octavo día de la batalla
               había finalizado y los héroes regresaron a sus campamentos. Las pérdidas por ambos
               lados habían sido cuantiosas, pero los pandavas estaban ganando. Bhima y Ghatotkacha
               habían causado la ruina en el ejército de los kurus, sin contar los estragos causados por
               Arjuna y Abhimanyu.


                                                        Capítulo XI
                                     LA NOCHE EN LA TIENDA DE BHISHMA


                     URYODHANA estaba extremadamente infeliz. La única persona que podía confor-
               D tarle era Radheya. Fue a su querido amigo y le contó todo lo que había estado
               sufriendo durante los últimos ocho días. Le contó la muerte de sus veinticuatro hermanos
               y le habló de la disminución de su ejército quejándose del modo en que estaba luchando
               su abuelo. Radheya le escuchó todo, lo que supuso un gran consuelo para el maltrecho
               corazón de Duryodhana. Después de un rato le dijo:
                   —Por favor, no te sientas tan infeliz, mi querido amigo. Lo siento por ti, no hay nada
               que me alegre en este mundo excepto ver la sonrisa en tu cara. Estoy dispuesto a dar mi
               vida por ti y lamento la noticia de la muerte de tus hermanos. Es el destino, nadie puede

               vencerle. No sé cómo puedo consolarte.
                   Duryodhana dijo:
                   —Drona, Bhishma, Salya y Kripa rehusan matar a los pandavas. Están destruyendo
               el ejército de buena gana, pero eso no es suficiente. Arjuna está destruyendo nuestro
               ejército y Bhishma el suyo. Eso es todo lo que ha estado ocurriendo hasta ahora, no ha
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