Page 508 - Mahabharata
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               tú que estás tan trastornado viéndome, que ni siquiera puedes hablar? Acércate a mí, no
               puedo verte. Está oscuro y mi cabeza me duele tanto que no puedo moverla.

                   Radheya sollozó:
                   —Mi señor, soy Radheya. Soy el desdichado Radheya que nunca ha tenido la buena
               fortuna de agradarte. He venido a rendirte mis respetos. Hubiera venido antes, mi señor,
               pero tenía miedo de ser herido por tus palabras en presencia de otros. Por eso, esperé
               que cayera la noche antes de aventurarme a venir a tu presencia.

                   Los ojos de Bhishma se llenaron de lágrimas, levantó sus párpados lentamente y miró
               a Radheya con afecto. Le llamó a su lado y le abrazó como un padre lo haría con su
               amado hijo. Le dijo:
                   —No, hijo mío. Estás equivocado, nunca te he tenido antipatía. ¿Cómo podía hacerlo,
               sabiendo que eras mi nieto? Radheya dijo:

                   —Sí, mi señor, se me ha dicho que eres mi abuelo, que soy el hijo de Kunti y que los
               pandavas son mis hermanos. Krishna me lo contó todo cuando vino a Hastinapura, pero
               ¿cómo lo supiste tú?
                   Bhishma dijo:

                   —Yo lo sabía hace mucho tiempo. Vyasa me lo dijo, pero tenía que guardarlo en
               secreto por lo que mis labios estuvieron sellados y también los de Vidura. Tenía el
               hábito de menospreciarte, pero era porque no quería que tu orgullo te cegara. Esa era
               la razón por la que tantas veces reprendía tu entusiasmo en la corte de Hastinapura.
               Hablabas muy mal de los hijos de Pandu, a pesar de que no te habían hecho ningún
               mal. Eso me disgustaba. En la corte de los kurus te hería con mis palabras, eso es
               cierto, pero era porque apreciaba a los pandavas, no porque tú me disgustaras. Por
               favor, créeme, Radheya, te quiero tanto como a Duryodhana. Si no hubiera sido por tu
               amistad, Duryodhana no hubiera pensado en esta guerra con los pandavas. Esa era la
               razón por la que hablaba tan duramente de ti en aquellos días; por favor, perdóname por
               eso. Conozco tu valor. Sé que eres invencible. Conozco tu generosidad. Sé que eres el
               mayor de todos los dadores. No hay quien te iguale con el arco. Eres igual que Arjuna y
               Krishna. Sé cómo fuiste a luchar contra el rey de Kasi y cómo ganaste una esposa para
               el príncipe kuru, igual que lo hiciera yo largo tiempo atrás. Sé que Jarasandha, quien
               había vencido fácilmente a Krishna, no pudo resistírsete en la batalla. Estoy orgulloso de
               tenerte por nieto, eres un gran hombre. Siempre has sido justo. Eres tan glorioso como
               el Sol. No eres un mortal ordinario, ya que tu padre es un dios. El destino nunca se ha
               portado bien contigo, te ha hecho sufrir deliberadamente. No podemos comprender la
               voluntad de Dios. Los pandavas son tus hermanos; me sentiría feliz, muy feliz si fueras
               a unirte a ellos. Si te vas, esta guerra acabará. Deja que sea yo el único que tenga que
               morir. Haz que esta enemistad acabe con mi muerte.
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