Page 504 - Mahabharata
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               las lágrimas le cegaban. El cuerpo de Bhishma parecía un erizo por las flechas que se le
               habían clavado. Trató de arrojarle una inmensa jabalina a Arjuna, pero Arjuna la cortó

               en pedazos y aún seguían saliendo flechas del gandiva, el anciano permanecía todavía
               de pie, recibiendo las flechas. Dussasana estaba al lado de Bhishma y éste le dijo:
                   —Mira, Dussasana, estas flechas no son de Sikhandi, son las flechas de Arjuna. Nadie
               puede matarme, excepto Arjuna. Él es la única persona que es más poderosa que yo.
               Fíjate en estas flechas, todas son de Arjuna. Puedes ver su nombre en cada una de ellas.
               —Bhishma se sentía feliz y complacido de haber sido herido por Arjuna y por nadie más.
               Estaba muy orgulloso.
                   Todos los héroes estaban mirando. Duryodhana se sentía impotente al igual que los
               otros. No se oía ni un ruido en el campo, reinaba un silencio absoluto. Los tambores
               estaban callados. Las trompetas no se atrevían ni a susurrar. Había una total quietud en
               todo el ejército en ese momento. Todos estaban observando el intenso drama que estaba
               ocurriendo. El Sol estaba cerca del oeste, aunque aún brillaba en el cielo.

                   Con su cuerpo totalmente atravesado y su rostro iluminado con una sonrisa de
               excesiva belleza, con sus ojos descansando amorosamente en el rostro de Krishna, el
               gran Bhishma se desplomó fuera de su carro. Viendo la caída del anciano, el corazón de
               los kurus se rompió. De la garganta de los héroes se escapó un lamento que resonó en
               los cuatro puntos cardinales. Alcanzó el cielo y resonó como si la madre tierra estuviera
               llorando de dolor por la caída del hombre más grande entre los grandes, este héroe de la
               casa de los kurus.

                   Bhishma no cayó al suelo, cayó sobre un lecho de flechas. Era el lecho adecuado
               para el gran héroe. Al caer, el cielo descargó un torrente de lluvia. Bhishma tenía una
               expresión tal que parecía que no era de este mundo. Mientras yacía en el suelo, Bhishma
               oyó voces divinas que decían: « El hijo de Ganga es el más grande de los hombres, ¿cómo
               es que cae en un momento en que el Sol se dirige hacia el sur, en su recorrido a lo largo
               de la eclíptica? Ahora es Dakshinayana y no es un buen momento para morir. » Bhishma
               sonrió tenuemente y dijo:
                   —Devavrata ha caído, pero no está muerto, mantendré mi vida sin abandonar este
               cuerpo hasta que venga Uttarayana; hasta que el carro del Sol gire hacia el norte en su
               curso por el camino del cielo. No moriré hasta entonces.

                   Ganga, su madre, mandó a los rishis del cielo para darle la bienvenida, los cuales
               llegaron en forma de cisnes y le rodearon, esperando que hablara el gigante caído. Él les
               contó su decisión de esperar la venida del Uttarayana y dijo:
                   —Hacedme el favor de darle a mi madre el mensaje de que debo hacer esto si he de
               reasumir mi antigua forma. —Después de esto los cisnes se desvanecieron de la vista de
               los hombres.
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