Page 512 - Mahabharata
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               Sería más fácil creer que el Sol ha caído del cielo. Lo inimaginable ha ocurrido y no está
               bien que nos dejemos llevar por los sentimientos en esta situación tan difícil. Duryodhana,

               lucharé por ti poniendo mi vida en juego. Sé que la fama es la única cosa duradera
               en esta tierra, donde todo lo demás perece. Los pandavas son poderosos. Yudhisthira
               el justo, Bhima el poderoso, Arjuna el invencible, Nakula y Shadeva, los luchadores
               divinos, Satyaki que es el igual de Arjuna y Krishna, Abhimanyu, el más poderoso de
               todos ellos, todos estos se han agrupado contra nosotros. Lucharemos contra ellos con
               nuestra máxima habilidad. Si ganamos, el mundo es nuestro; si no, tendremos eterna
               fama. No nos preocuparemos por el futuro, todo está en manos de los dioses, luchemos.
                   Duryodhana estaba muy feliz pensando en el encuentro de Radheya con Arjuna. Dejó
               a Radheya con sus preparativos para la guerra y se fue a su propia tienda.

                   Radheya estaba listo. Fue a donde estaba Bhishma y se detuvo de pie ante él con las
               manos juntas. Le dijo:

                   —Mi señor, soy Radheya. Por primera vez voy a intervenir en esta batalla, voy a
               luchar contra los pandavas. He comenzado la tarea de mi sacrificio y seguiré tus pasos
               en esta obra. Tú has dado tu vida por causa de Duryodhana y yo haré lo mismo que
               tú. Después de tu caída, ya no hay esperanza alguna para los kurus. Pronto alcanzarán
               todos la morada de Yama. Arjuna destruirá todo el ejército en poco tiempo. En cuanto a
               Duryodhana, Bhima le matará; a él y a todos sus hermanos. Con Krishna sosteniendo las
               riendas de sus caballos blancos, ¿por qué habría de preocuparse Arjuna? No obstante,
               iré a cumplir mi deber con mi amigo; por favor, bendíceme.
                   Bhishma cogió la mano de Radheya con la suya y le dijo:

                   —Tú eres la única esperanza de Duryodhana. Lucha lo mejor que puedas. Eres un
               gran hombre y has de hacer que tu muerte sea igualmente grande: ve y lucha. Yo te
               bendeciré; tu fama será eterna. La gente te recordará largo tiempo después de haber
               olvidado muchas cosas. Siempre has querido tener un buen nombre y una reputación
               sin mancha: serán tuyos. Eres un kshatrya. Lucha como un kshatrya y muere como un
               kshatrya. Deja que el campo de batalla sea como el regazo de una madre para ti. Morirás
               con una sonrisa en tus labios y no nacerás de nuevo en este mundo.

                   Bhishma puso su mano sobre la cabeza inclinada de Radheya y le bendijo. Radheya
               se despidió de él con una salutación y postrándose a sus pies.
                   Radheya caminó hacia su carro y lo condujo con todo esplendor hacia el ejército kuru.
               Para ellos, que estaban sumidos en el pesar, la vista de Radheya fue como la salida del
               Sol después de una noche de oscuridad. Todos le vitorearon y gritaron: « ¡Radheya! Aquí

               está Radheya. No tenemos que preocuparnos más por el poder de los pandavas. »
                   Duryodhana le dio la bienvenida con ojos sonrientes. Le dijo:
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