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haber faltado a la promesa que le hice? Le envié a la muerte. Por favor, matadme antes
de que Arjuna venga a preguntarme: « ¿Por qué mataste a mi hijo? Mi hijo les venció a
todos: a Kripa, Salya, Duryodhana, Drona, Aswatthama y a muchos otros. Todos ellos no
pudieron enfrentarse a la terrible lucha de mi hijo Abhimanyu. Este héroe fue asesinado
de la forma más cobarde que se pueda imaginar. ¿Qué puedo decirle a Arjuna cuando
vuelva? ¿Qué voy a decirle a Krishna? ¿Qué le diré a Subhadra? Amo a Arjuna y a
Subhadra, y Krishna es a quien más quiero; y, sin embargo, les he hecho esto. Envié a
ese muchacho a la muerte arrastrado por mi deseo de ganar la guerra, maté a este niño.
Nada me hará olvidar esto. ¡Le maté!, ¡maté a Abhimanyu! —Diciendo eso, Yudhisthira
se desplomó.
Arjuna había logrado por fin derrotar a los samsaptakas. El Sol se había puesto,
y el carro de Arjuna se dirigió hacia el campamento de los pandavas. Los presagios
no auguraban nada bueno, lo cual hacía que Arjuna se sintiese intranquilo. Estaba
comentando con Krishna las muchas cosas que habían ocurrido ese día en el campo de
batalla, pero su mente estaba preocupada por aquellos augurios. Su garganta estaba seca
y le dijo:
—Krishna, mi mente me tiene intranquilo, me siento como si tuviera fiebre en mis
miembros. Nunca antes me he fatigado por la lucha, pero hoy me siento sin ánimos.
Estos malos augurios me preocupan. No sé lo que ha ocurrido. Espero que no le haya
ocurrido nada a mi hermano.
Krishna dijo:
—Estoy seguro de que no les ha ocurrido nada a tus hermanos, nada puede ocurrirles.
Tus miedos son infundados. Deja a un lado esa preocupación y siéntete feliz pensando
que los trigartas han sido vencidos. Ya no te volverán a retar. Nadie te apartará del
campo de batalla de ahora en adelante.
Por fin llegaron al campamento y el silencio les dio la bienvenida. Era un silencio que
nunca antes habían conocido. Arjuna dijo:
—Krishna, ¿qué es esto?, parece que no hay nadie aquí. Todos los días se escucha
la música de las vinas tocando. Siempre oímos las trompetas y otros instrumentos de
guerra anunciando nuestra victoria, pero hoy nada parece estar vivo. Fíjate en todos
esos soldados, Krishna. Nadie parece darme la bienvenida, todos me evitan. ¿Qué he
hecho para merecer esto? No se atreven a mirarme a los ojos. Nadie de aquí me saluda
con palabras de elogio por mi lucha; tengo miedo. No veo por aquí a ninguno de los
míos. Mis hermanos no están esperando mi llegada. Espero que no les haya pasado
nada a Virata ni a Drupada. No veo a mi Abhimanyu, ni a los hijos de Draupadi. Mi
Abhimanyu generalmente viene a darme la bienvenida con su sonrisa encantadora.
Fueron a la tienda de Yudhisthira y allí les vieron a todos sentados y abatidos. Arjuna
no podía comprenderlo. Miró a Yudhisthira, el cual bajó su cabeza y secó sus ojos con