Page 736 - Mahabharata
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                   —Estoy feliz de verte a ti y a todos, hijo mío. Por fin, después de mucho tiempo, el
               Sol ha hecho girar su carro hacia el norte, me parece como si hubieran pasado cien años

               desde que caí sobre este lecho de flechas. El mes de magha ha llegado, ya es tiempo de
               que yo abandone esta Tierra.
                   Bhishma se giró hacia Dhritarashtra y le dijo:
                   —Hijo mío, tú conoces todos los deberes de un rey, no hay nada que tú no sepas.
               Siendo sabio como eres, no debes lamentarte por la muerte de tus hijos; fue obra del
               destino. Yudhisthira y sus hermanos son tus hijos y están entregados a ti; sé feliz con
               ellos.

                   Bhishma giró sus ojos hacia Krishna y pidió que le trajeran flores para adorarle con
               ellas. Le dijo:
                   —Tú eres el Señor del Universo. Eres el purusha y eres el creador del mundo. Eres el
               alma suprema y eterna. Revélame tu viswarupa y concédeme permiso para abandonar
               este mundo, dame permiso para desechar este cuerpo humano. Si tú me das permiso
               alcanzaré el final más alto.

                   En ese momento Bhishma vio el infinito esplendor del viswarupa del Señor, y Krishna
               dijo:
                   —Devavrata, te concedo permiso para partir de vuelta a tu hogar, ya puedes regresar
               y unirte a los vasus. Nunca jamás volverás a nacer en este mundo de los hombres
               mortales. Tú eres como Markandeva, la muerte aguarda a tu puerta esperando tus
               órdenes como un sirviente, la muerte te obedece.
                   El rostro de Bhishma se iluminó con una sonrisa celestial, cerró sus ojos yaciendo
               inmóvil por unos momentos y luego, haciendo un sutil esfuerzo se obligó a sí mismo

               a morir. Los que estaban alrededor suyo vieron un maravilloso resplandor que aban-
               donando su cuerpo se elevó hacia el cielo, perdiéndose entre las nubes. Se escucharon
               instrumentos celestiales que hacían sonar una música muy dulce, llenando el cielo con
               sus sonidos y una brisa fresca sopló entre ellos empapando el aire con perfumes y aromas
               de mil flores celestiales. La Tierra estaba tranquila y complacida. Los corazones de todos
               fueron inundados por una extraña paz cuando el alma de Bhishma emprendió su viaje
               hacia los cielos.
                   Colocaron su cuerpo junto con todas las flechas alojadas en él encima de una pira
               hecha de madera de sándalo y luego Yudhisthira y Vidura envolvieron el cuerpo de
               aquel gran hombre en sedas y flores. Yuyutsu sostenía la blanca sombrilla real sobre
               el féretro. La comitiva funeraria fue espléndida y solemne, los brahmanes cantaban
               incesantemente himnos del Sama Veda. Por fin Dhritarashtra prendió fuego a la pira y
               Yudhisthira junto a sus hermanos, además de Vidura y Dhritarashtra, permanecieron en
               pie a la derecha de la pira.
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