Page 93 - Pacto de silencio
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sentido, a última hora de la tarde, del Dr. José Manuel Tabuenca Oliver.
               El 12 de junio las autoridades sanitarias comienzan a precintar depósitos de aceite
           en situación irregular en Alcorcón, en Madrid.
               El 17 de junio Sanidad Confirma que el aceite de colza desnaturalizado para uso

           industrial es el origen tóxico de los aceites a granel causantes de la neumonía atípica,
           como fue llamado el síndrome tóxico, dándose la orden de retirada de estos aceites
           sospechosos.
               El mismo día, se reúnen en Zaragoza los principales implicados en el negocio de

           la  importación,  manipulado  y  distribución  del  aceite  de  colza:  los  hermanos
           Bengoechea, y los catalanes Enric Salomó, Ramón Alabart y Jordi Pich. Tres días
           después, el 20 de junio de 1981, el Dr. Muro abandona decididamente la hipótesis del
           aceite  como  causante  de  la  intoxicación,  al  conocer  los  resultados  de  una

           experimentación  animal  con  40  ratones,  iniciada  a  primeros  de  junio  en  el  Centro
           Nacional de Alimentación y Nutrición de Majadahonda con las ya mencionadas diez
           muestras de aceites recogidos en hogares de afectados del síndrome tóxico. Ingeridos
           estos  aceites  por  los  ratones,  no  se  pudo  reproducir  en  ellos  ningún  síntoma;  los

           ratones  continuaron  viviendo  varios  meses,  tuvieron  descendencia  y  fueron
           posteriormente sacrificados sin observarse ninguna patología.
               Fue definitivo también para rechazar la hipótesis del aceite, el percatarse de algo
           tan simple y obvio como es el hecho de que un fluido, como lo es el aceite, que por su

           forma de utilización consume toda la familia, no puede dejar indemne a más de la
           mirad  de  la  misma,  si  ese  fluido  contiene  un  tóxico  tan  potente  como  el  que  ha
           desencadenado el síndrome tóxico. Al respecto, los doctores Javier Martínez y María
           Jesús  Clavera  escribían  en  agosto  de  1984:  «Ese  razonamiento  de  perogrullo,  que

           permitió  al  Dr.  Muro  dar  el  carpetazo  al  tema  del  aceite,  todavía  no  ha  sido
           descubierto por los investigadores oficiales, alegando para justificarlo toda una serie
           de  excusas  (genéticas,  inmunológicas,  infecciosas)  que  protegían  o  condenaban  a

           unos u otros miembros familiares. Demostraciones de las cuales a los tres años de
           investigación no han podido aportar ninguna».
               Al respecto de las aludidas diferencias genéticas que causaban la afectación o no
           en unos u otros miembros familiares, cabe decir que esto sería posible en el caso de
           que el agente causante de la afectación fuera un microorganismo, pero no en el caso

           de un tóxico químico tan potente como el que desencadenó esta enfermedad. En este
           sentido, uno de los letrados de la Defensa preguntó en el juicio, en el mes de julio
           último: «¿Es presumible tanta variabilidad genética o inmunológica, que concurra al

           mismo tiempo, y que incluso se dé dentro del grupo familiar, que es genéticamente el
           más  homogéneo?  ¿No  es  más  razonable  pensar  o  más  probable  considerar  que  el
           tóxico no se encontraba en el aceite y que por eso se da esta distinta respuesta entre el
           grupo familiar y entre las distintas personas; es decir, que se trate, en definitiva, de un
           tóxico  ingerido  por  unos  sí  y  por  otros  no,  y,  naturalmente,  por  eso  unos  resultan

           intoxicados  y  otros  no  resultan  intoxicados?  ¿No  es  más  probable?  ¿No  sería



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