Page 164 - El judío internacional
P. 164

los del Antiguo testamento, y cuando sepan lo que manda el Talmud, es indudable que el
                  "sospechosos" se transformara en "culpables".

                  Fue precedida la catástrofe de Rusia por una sistemática desfiguración del carácter nacional ruso,
                  largamente preparada por la prensa mundial hebrea y por el servicio diplomático hebreo. Bajo los
                  auspicios de los judíos, el nombre de Polonia fue zaherido en la prensa norteamericana, siendo el
                  único crimen de los polacos, pretender defenderse de los judíos. Por lo visto, estas formas de
                  "hacerse sospechosos", constituyen una exclusiva prerrogativa de los judíos. En cambio, doquiera
                  que en el bando contrario se levante una voz previsora contra la irrupción del judaísmo y contra su
                  oculto predominio en nuestra vida, se hablara al punto de "difamaciones". Jamás atacan los judíos
                  una cuestión directa y lealmente, sino que su modo de luchar siempre consiste en desmentir
                  afirmaciones nunca hechas, en tergiversaciones y en conquistarse la sentimentalidad de sus
                  contemporáneos, y de envolver a otras personas en sus propios manejos. Pertenecen de
                  preferencia a este último grupo los francmasones, que con estupor, observaran en estos últimos
                  tiempos, como su buen nombre se une indisolublemente al de los judíos. Quien conozca los asuntos
                  judíos, comprende esto perfectamente. Dos veces en la historia de los Estados Unidos fue
                  intranquilizado el pueblo norteamericano al sentirse sojuzgado a influencias extrañas en sus
                  asuntos públicos. Las dos veces consiguieron los actores, ocultos entre bastidores, desviar las
                  sospechas hacia los francmasones, una vez bajo la presidencia de Jorge Washington, y otra bajo la
                  de Adams; se publicaron libros, se pronunciaron discursos, el periodismo hizo investigaciones;
                  nadie descubrió la influencia judía. Washington comprendió, en efecto, que las traidoras influencias
                  no provenían de los francmasones, y descubrió huellas de las fuerzas secretas que pretendían
                  manifestarse bajo la mascara de la francmasonería. Pero el presidente Adams no profundizó tanto.
                  La francmasonería, finalmente, salió del asunto sin mancha, resultando que era totalmente
                  inocente de todas estas maquinaciones. Provenían estas de una seudo-masonería francesa, al
                  servicio de fines ateos y anárquicos, pero la gente solo vió algo que parecía ser una
                  francmasonería, sin advertir la mano judía oculta que dirigía. Se intentó en 1826 desviar por
                  segunda vez la atención sobre la francmasonería.

                  Quedó desde entonces su buen nombre sin mácula, hasta estos últimos tiempos, en que los
                  hebreos nuevamente intentan ocultarse tras de la masonería norteamericana. Sin embargo, los
                  judíos pueden estar seguros de que tampoco esta vez lograran cubrirse con el escudo masónico, ni
                  les servirá para atajar las flechas que se lanzan contra los hechos anárquicos evidentemente judíos.
                  La francmasonería yanqui nunca tomo parte en las intrigas judías.

                  Debe advertirse que, así como los judíos pretendieron abusar del nombre de la masonería para
                  desviar sobre ella los golpes de sus adversarios, también lo intentaron hacer con el de la Compañía
                  de Jesús. Si quisieran los jesuitas y los masones comparar todas las señales características de los
                  medios utilizados, llegaría a dar con el mismo origen. Aunque tal intento se malogro en los dos
                  casos, sufrió, empero, el buen renombre de las dos asociaciones.

                  Se nos presenta aquí una de las muchas coincidencias concretas entre los "Protocolos" y los
                  "hechos". Aunque los Protocolos declaran la guerra a las dos asociaciones, los judíos, intentan, sin
                  embargo, servirse de ambas para conseguir sus fines. Dichas asociaciones sabrán en lo futuro
                  protegerse, cuando conozcan el plan judío. Sobre este tema existen infinidad de escritos, de cuya
                  existencia el mundo nada sabe, sino que estará reservado a la historia futura dilucidar
                  científicamente los intentos de los semitas para servirse de la masonería y destruirla al mismo
                  tiempo. Ese estudio demostrara como obraban las influencias judías, sin que fuera posible
                  averiguar su procedencia. Agredían las gentes lo que tenían delante de los ojos, sin que fuera esa
                  la fuente de sus males. Significa un gran progreso el hecho de que hoy el plan mundial sea visible y
                  se lo vaya comprendiendo.

                  El siguiente relato demostrara que los israelitas carecen del derecho de afirmar que siempre se les







                                                                                                             164
   159   160   161   162   163   164   165   166   167   168   169