Page 165 - El judío internacional
P. 165

hace "sospechosos", recurriendo para ello al testimonio de un prominente judío, a quien sus
                  hermanos de raza reclaman orgullosos como uno de los suyos.

                  Benjamín Disraelí, que con el nombre de Lord Beaconsfield, fue presidente del Consejo de Ministros
                  de Gran Bretaña en 1860, era judío, y de ello se jactaba, no obstante haber sido bautizado. Publico
                  como literato varios libros, que trataban de hacer juzgar debidamente a su pueblo.

                  En su obra Coningsby nos describe el carácter judío en la persona de Sidonia, de cuyo modo de ser
                  y obrar pretendió Disraelí presentarnos, sin duda, al judío tal como el hubiera querido que lo
                  juzgáramos en general.

                  Descubre Sidonia al joven Coningsby su origen con las frases siguientes: "Profeso de la fe de los
                  apóstoles, antes de que siguieran a su Señor". Es esta la única vez en que se habla de "fe". En
                  cambio, en el breve prefacio de la quinta edición del año 1919, se halla cuatro veces el concepto
                  "raza", empleado con respecto a los judíos.

                  En la conversación primera entre los dos personajes se declara Sidonia partidario de la voluntad de
                  dominar, concluyendo una discusión acerca de los grandes personajes históricos con las siguientes
                  palabras: "Acquaviva fue general de los Jesuitas, domino sobre todos los gobiernos europeos y
                  colonizo América, cuando no contaba aun treinta y siete años. ¡Que carrera!".

                  Caracterizando a Sidonia, nos describe Disraelí a los judíos como árabes de Moisés, con lo cual
                  pretendió fijarles una posición determinada entre las naciones del mundo. Mas adelante, en
                  cambio, les llama árabes judíos. Formula además la tesis de que quien se resista a la voluntad
                  hebrea caerá bajo el anatema, cuya idea alcanza y va hacia los vastos círculos cristianos. El "temor
                  judío" es una señal evidente de ello, siendo, por tanto, cuidadosamente cultivado por los judíos. Lo
                  elevan a lo religioso, según la frase bíblica, que dice: "Maldeciré a quien te maldiga", creyéndose
                  con derecho de considerar toda critica de su ser como una herejía. Si los judíos fuesen conscientes
                  de su vocación de "constituir una bendición entre los pueblos", debería cesar automáticamente en
                  los hechos con que ahora se tornan antipáticos. Al atacar al judío, no se lo hace porque sea judío,
                  sino porque ejecuta hechos y ejerce influencias que llevan al derrumbamiento de toda moral social,
                  salvo que se les detenga en su marcha.

                  La persecución de los judíos, de la que se ocupa Disraelí, es la realizada por la Inquisición española,
                  basándose en motivos religiosos. Se nos describe en la siguiente forma la historia de la familia de
                  Sidonia, tomada en una época turbulenta de la vida europea: "En oportunidad de los desórdenes
                  en la Península Ibérica, cierto miembro de la rama menor de nuestra familia, ganó una inmensa
                  fortuna proveyendo de material bélico a los diferen es ejércitos combatientes". Es un hecho t
                  evidente que puede aplicarse a toda la historia de la era cristiana, que para los semitas,
                  "perseguidos" o no, las guerras fueron siempre épocas de gran vendimia. Fueron los primeros
                  proveedores de los ejércitos. Si abasteció aquel Sidonia a los "diferentes ejércitos", vale decir
                  simultáneamente a los de amigos y enemigos, siguió exactamente los métodos y reglas avalados
                  por escritos de la raza judía.

                  "Al firmarse la paz en previsión del inmenso porvenir financiero europeo, y confiando en la fertilidad
                  de su ingenio, en sus profundos conocimientos de las finanzas nacionales y de sus fuentes
                  naturales, resolvió Sidonia emigrar a Inglaterra, país con el cual, en el transcurso de los años, había
                  anudado múltiples relaciones comerciales. Desembarcó allí con una enorme fortuna, una vez hecha
                  la paz en Paris. Con todos sus capitales participo en el empréstito de Waterloo, cuyo éxito le
                  convirtió en uno de los más sólidos capitalistas de Europa. Establecido en Inglaterra, volvió
                  públicamente a profesar su judaísmo..."

                  "Ya en España, previó Sidonia que Europa, luego del agotamiento de un lapso guerrero de 25 años,







                                                                                                             165
   160   161   162   163   164   165   166   167   168   169   170