Page 166 - El judío internacional
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necesitaría capitales para retornar a sus condiciones normales. Empezarían a cosecharse los frutos
de su inteligencia. Europa precisaba dinero, y Sidonia estaba dispuesto a prestárselo. Francia
necesitaba algo, Austria más, Prusia un poco, Rusia dos millones. Sidonia pudo abastecer a todos
ellos. El único país que se abstuvo, fue España.
Nos pinta Disraelí el método del proceder semita en tiempos de paz y de guerra, tal como lo
hicieron otros autores. Disraelí lo hace manifiestamente con el fin de glorificar al judío, en tanto
que los demás pueblos tuvieron oportunidad de enterarse de lo que en tiempos de paz y de guerra
se combina entre bastidores. Consta, entonces, que Sidonia facilitó dinero a todos los Estados.
Pero, ¿donde lo adquirió? Durante las anteriores guerras se lo había quitado precisamente a los
mismos pueblos, a los que en la paz se lo tornó a prestar con usura. Exactamente fué el mismo
dinero, y los grandes financieros, que operan durante la paz y durante la guerra, son, también los
mismos, o sea, El Judío Internacional, según lo comprueba Disraelí en su libro escrito con el objeto
de glorificar el tipo judío. Y continua el autor: "No es difícil comprender que Sidonia, luego de
recorrida en unos dos lustros la esbozada carrera, se convirtiera en uno de los personajes mas
prominentes de toda Europa. En la mayor parte de las capitales estableció a un hermano u otro
pariente cercano suyo, en quien podía confiar completamente. Fue amo y señor del mercado
financiero mundial, y con ello, amo y señor de todo lo demás".
¿No es, acaso la quintaesencia del judío internacional lo que Disraelí nos describe aquí, lleno de
orgullo y admiración? Pero ¿no se elevaría al punto el grito de "persecución" y "odio" si un autor
no-judío osara pintarnos este mismo cuadro con la simple indicación de que no es precisamente en
beneficio y provecho de la humanidad el que una cáfila de judíos se erigieran en "amos y señores
del mercado financiero mundial" y por ende en "amos y señores de todo lo demás"?
Nos facilita la citada novela, raros indicios de la intromisión hebrea en la Compañía de Jesús. "El
joven Sidonia tuvo suerte con el preceptor que su padre le había buscado, mentor que se dedico
con verdadero ahínco a perfeccionar su fino espíritu y su educación. Había sido antes de la
revolución padre jesuita y mas tarde fue relegado por su actuación liberal, mas siendo entonces
miembro del Parlamento español, siguió siendo Rebello judío. Halló en su discípulo esa temprana
madurez del espíritu con que se distingue el espíritu árabe". Llevóle también la carrera de Sidonia
al predominio mundial intelectual. Viajó por todas las partes del mundo, escudriñó todos los
secretos, y regresó a casa llevando, como quien dice, el mundo en su bolsillo; era un hombre
completamente carente de sentimentalismos y otras sensibilidades. "No había en toda Europa un
sólo aventurero con quien no estuviera Sidonia en relaciones. No existía ministro de Estado que
dispusiera tantas relaciones con agentes secretos y espías políticos. Se mantuvo en contacto con
toda la hez de la humanidad. La lista íntegra de todas sus relaciones con griegos, armenios, moros,
tártaros, gitanos, polacos ambulantes y carbonarios, proyectaría clara luz sobre las fuerzas
subterráneas, de las que, en general, el mundo sabe tan poca cosa, pero que ejercen una tan
decisiva influencia sobre los grandes acontecimientos... Fué la historia oculta su manía, siendo su
juego predilecto ir comparando las energías propulsoras ocultas detrás de los grandes
acontecimientos, con lo engañosamente dado a la publicidad".
Tenemos aquí al judío internacional tal cual es. Al teórico personaje de los "Protocolos de los sabios
de Sión", cuyos dedos saben pulsar todas las cuerdas del saber y del sentir humanos, y que al
propio tiempo dirige y manda la potencia más brutal, que existe en este mundo: el dinero. Si un
autor no-judío hubiese osado pintarnos así a Sidonia con todas las realistas características de su
raza y de su historia, se lo habría expuesto a todas las presiones. Disraelí, en cambio, pudo
permitirse ese lujo, y lo hizo tan francamente y con tanta desnudez, que casi se podría sospechar
que su intento fue ofrecer al mundo una neta advertencia.
Todo lo que Disraelí nos refiere de Sidonia, refleja a los demás judíos. Es también, el retrato,
deducción hecha acaso del elevado grado de su educación, de ciertos preponderantes judíos
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