Page 169 - El judío internacional
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predijera? Porque se preparaba la revolución bajo los secretos auspicios de judíos, y porque (y no
                  precisamente el hombre de Estado) Disraelí sabia que, tanto en su origen, como en su desarrollo y
                  en sus fines, fue ni mas ni menos judía.

                  Es indiscutible un hecho: que Disraelí escribió la pura verdad, mostrando su pueblo al mundo tal
                  cual es. Su descripción del poderío hebreo, de sus fines y sus métodos, es por eso tan verídico. No
                  esta solo observado con el ojo del artista, sino que se complementa con pinceladas de la
                  comprensión y consentimiento hermanados. ¿Que por que lo hizo? ¡Por grandilocuencia, esa
                  peculiaridad del carácter hebreo, tan peligroso siempre a sus secretos! O ¿es que quizá le impelía
                  su conciencia a descubrir al mundo los planes ocultos del pueblo de Judas?

                  Conste de cualquier modo que dijo la verdad, sin que sus hermanos de raza puedan o deban
                  desmentirle por "sospechoso".
                                                            XIV
                       EL JEFE DE ESTADO QUE DEBIO INCLINARSE ANTE EL JUDIO INTERNACIONAL

                  William Howard Taft es una persona en extremo amable. Apenas si dijo "no" en su vida
                  presidencial. Será esa una postura extremadamente cómoda, pero el mundo no adelanta nada con
                  ello. La armonía surge de las disonancias, de la lucha contra hechos desagradables, no de los
                  mimos.

                  En una oportunidad durante su presidencia, pero salió de ello malparado, y extrajo sus
                  consecuencias. Comencemos con un hecho muy reciente, con una defensa pro-judía del señor Taft.

                  Con su perplejidad por el "efecto" de la presente obra, demostraron los prominentes hebreos
                  norteamericanos que la veracidad de los hechos aducidos aquí, imposibilita todo intento de pasarlos
                  por alto ni refutarlos. Justamente esta postura adoptada por los hebreos contra estas publicaciones
                  surtió un menor efecto de lo que lo hicieran los mismos hechos citados. Funcionó un gran aparato
                  en contra de ellas, y se movilizaron toda clase de "autoridades". Como los mismos judíos van
                  comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos, llaman hoy en su ayuda a numerosas "competencias"
                  no-judías. Como en Rusia, aquí también se lleva este ejercito auxiliar a la primera línea de
                  combate.

                  Se le distinguió a Taft con tal honra. Según su propia confesión, hecha el 1º de diciembre de 2920,
                  ni siquiera leyó personalmente la presente serie de artículos, sino que se remitió al juicio de los
                  hebreos acerca de ellos. Empero, el 23 de diciembre, en un discurso pronunciado ante el "B'nai
                  B'rith", en Chicago, emite un juicio con la seguridad del hombre que estudio a fondo toda la
                  cuestión hebrea, y que a raíz de ello arribo a conclusiones definitivas y contundentes. Ya el 1º de
                  noviembre, y antes de haber siquiera leído esta serie de artículos, caracterizólos ante un hebreo
                  neoyorquino como "torpes crónicas", que, según me dicen, publicó el "Dearborn Independent", es
                  decir, que baso su juicio en simples rumores. Todo coincide, suponiéndose que tampoco antes en
                  su discurso de Chicago había leído nada personalmente.

                  Necesitaban los judíos el nombre de Taft, precisaban con urgencia a cristianos de "reclamo", y los
                  consiguieron. El mencionado discurso nada dice acerca del asunto en si, no prueba ni refuta nada.
                  Fueron párrafos del mismo, reproducciones, en parte al pie de la letra, extraídas de un discurso
                  pronunciado sobre el asunto por un rabino neoyorquino. Se convirtió Taft en un linguafono,
                  mediante el cual los hebreos hicieron reproducir sus propias palabras. Fue el objeto del discurso
                  que en todos los diarios del país se reprodujese como "la voz del pueblo yanqui". Pero no disculpa
                  todo esto el hecho de que Taft no haya contribuido absolutamente nada al esclarecimiento del
                  asunto. Se declara Taft adversario de las predisposiciones religiosas. Esto puede serlo cualquiera.
                  Declina también las predisposiciones de índole racial, tal como toda persona sensata. Pero ¿que
                  tiene que ver esto con la cuestión hebrea?







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