Page 172 - El judío internacional
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en cuenta los deseos hebreos. En cambio, si denunciaba el tratado vigente, se lesionarían muy
                  importantes intereses yanquis en Rusia, y no se podría decir con sinceridad si a raíz de ello no
                  empeoraría también la situación de los hebreos en Rusia. Manifestó que el no haría nada contra la
                  inmigración de hebreos rusos; pero: "cuanto mas ubicáramos en los territorios del Oeste, mas me
                  agradaría". Torno a señalar posibles consecuencias que para los mismos hebreos rusos podría tener
                  la denuncia del Tratado y termino diciendo: "Así me parece a mi... A esta conclusión he arribado".
                  La delegación judía se quedo perpleja. Simón Wolf, el "embajador" permanente, contesto: "Señor
                  Presidente, tenga usted la gentileza de no entregar estas notas a la prensa". Lo interrumpió Jacobo
                  Schiff, con voz trémula de ira, gritando: "Por el contrario, quiero que esas palabras se publiquen.
                  Todo el mundo debe enterarse de la opinión del señor Presidente". Se le pidió que aceptara las
                  exigencias de los hebreos; pero Taft, lamentándolo mucho, hubo de decirles que había estudiado a
                  fondo el asunto desde todos los puntos de vista, y que su decisión era firme. Al retirarse, Jacobo
                  Schiff, rehusó, con aire ofendido, estrechar la mano del Presidente. "¡Caramba, que enfadado
                  estaba el señor Schiff ayer!" dijo al día siguiente Taft. Muy pronto comprendería lo que esto
                  significaba. Al salir Schiff de la Casa Blanca había dicho: "Significa la guerra". Movilizo una gran
                  cantidad de dinero, y escribió una carta concisa pero brutal al presidente. El secretario de Comercio
                  y Trabajo, a quien entrego después Taft la carta de Schiff y su propia respuesta, dijo: "Me extraño
                  enormemente la forma reposada de su contestación".

                  La denuncia del tratado comercial ruso-norteamericano tuvo por fuerza que traspasar el formidable
                  negocio del intercambio entre ambos países a manos de los hebreos alemanes. Sabían los
                  banqueros de Francfort y sus parientes de los Estados Unidos lo que esto significa, es decir: que
                  actuarían como intermediarios. Mediante un movimiento organizado y sostenido financieramente en
                  territorio norteamericano al objeto de amordazar a una nación amiga, debía quebrarse la
                  neutralidad comercial de los Estados Unidos. Los organizadores y financiadores del asunto fueron
                  hebreos, que abusaban de su poder internacional para forzar la política de los Estados Unidos, dócil
                  a sus fines, tanto en lo financiero como en lo revolucionario.

                  Apenas aquellos judíos abandonaron la Casa Blanca, se enviaban inmediatamente telegramas
                  desde Washington y Nueva York a todo el mundo, y así comenzó la "gran cacería". Tenían por
                  doquier sus "cazadores", que se dirigían a diputados y senadores. Ningún empleado público, por
                  insignificante que fuese su posición, quedo sin ser tocado. La prensa también se ocupo del asunto,
                  demostrándose ya entonces lo que en estos últimos tiempos fue una verdad indiscutible, a saber
                  que los hebreos dominan absolutamente en la mayoría de nuestros grandes y pequeños periódicos.
                  Sin embargo, existen indicios que hacen suponer que tal estado de cosas no será de eterna
                  duración.

                  Decía Jacobo Schiff, el 5 de febrero de 1911: "Esto significa la guerra". El Comité judeo-
                  norteamericano, la Orden B'nai B'rith y las demás organizaciones de los hebreos tomaban cartas en
                  el asunto, y ¡el 13 de diciembre del mismo año, o sea diez meses después de la "declaración de
                  guerra", obligaban la Cámara de Representantes y el Senado el presidente Taf , a que comunicara t
                  al gobierno ruso que el vigente tratado de comercio caducaría en el plazo próximo!

                  ¡Francfort sobre el Maine había vencido!

                  En el transcurso de aquellos meses Taft fue constante objeto de los odios judíos; a muchas
                  personas había extrañado comparar las frases lisonjeras que mas tarde Taft dedico a los hebreos
                  en sus discursos, con las befas que esos mismos hebreos escupían contra el hace nueve años.

                  Es conocido el método con que los judíos consiguieron formar aquel voto en el Congreso, así como
                  el júbilo con que se le saludo. ¡Dos gobiernos vencidos! Y ¡un presidente norteamericano obligado a
                  inclinarse ante el hebreo!








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