Page 186 - El judío internacional
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Consiste un detalle restrictivo para la discusión en público de la cuestión hebrea en la costumbre
yanqui de fijarse en palabras pronunciadas con asentimiento y aplauso. En las épocas mejo es de r
nuestro pasado consideróse la resistencia contra la opinión pública un rasgo de virilidad,
,
apreciándose no solo el valor de un hombre por sus adeptos sino también por la cantidad de sus
adversarios. Nos hemos vuelto, desde entonces, más inocuos, buscando y apreciando ante todo la
aprobación. Se irguieron nuestros padres al tropezar con obstáculos; nosotros, en cambio, nos
doblegamos modestos. La pública discusión se ha vuelto insípida, sin relieves propios; propende el
periodismo a no disgustarse con nadie. Nuestra brega en favor de los débiles carece de bríos para
arremeter contra los poderosos, que arrastran a aquellos. Nuestro culto del éxito enervo el vigor a
nuestros juicios morales y a nuestra actividad comercial. Las luchas serias, salvo los simulacros en
la arena política, las evitamos en lo posible, porque no osamos entendérnoslas con adversarios que
se defienden.
Empero, y a pesar de todo, se consiguió poder usar públicamente el término "judío", que hace
pocos años aun estaba proscrito de nuestro vocabulario. Aparece ahora en primera plana de casi
todos los diarios, y por doquier es objeto del público debate, aunque los hermanos del B'nai B'rith
hagan todo lo humanamente posible por evitarlo.
Resulta tal libertad en provecho de judíos y no-judíos ya no tienen los primeros necesidad de mirar
angustiosamente los labios ajenos para ver si de ellos brota la palabra "judío". El judío es hoy el
judío y se le llama como le corresponde. Terminaron la restricción del juicio y el uso de perífrasis.
Procede el mayor obstáculo contra los esfuerzos de la humanidad para explicarse los sucesos
mundiales, tanto antiguos como modernos, de que jamás llego a comprender quien y que es el
judío, ni donde se encuentra. El judío, o según Disraelí "la cuestión racial", es la llave de "la
cuestión racial", es la llave de la Historia Universal. Pero, ¿como penetrar en su interior cuando se
le oculta a uno la llave?
Hace alrededor de ocho meses, el Dearborn Independent comenzó una serie de estudios acerca de
la cuestión judía. No deben estos interpretarse como un ataque contra los judíos, sino como in
intento de ir reuniendo los sillares sobre los cuales se edifica la moderna cuestión judía. Fue su
objeto aclarar conceptos, y si hubo cierta esperanza en el fondo, fue la de que los dirigentes judíos
norteamericanos llegaría al convencimiento de que para sus correligionarios residentes en los
Estados Unidos había sonado la hora de que un estado de desconfianza, miseria y desprecio, se
trocara en otro no solo de tolerancia, sino de abierta y leal convivencia y cooperación.
Radica la prueba de que no contienen sino hechos escuetos, en el fracaso experimentado por los
judíos en sus múltiples intentos de comprobar la inexactitud de ellas. Ni un solo hecho se pudo
rebatir. Al iniciarse una campaña con la intención de agraviar al adversario, o de crear prejuicios de
raza, puede, en efecto, conducir tal sistema a tomar cosas posibles o verosímiles por hechos reales.
En cambio, estos estudios no constituyeron jamás una campaña, sino que sirvieron al objeto de
hacer luz en alguna que otra parte del país, en tal cual industria, en asuntos mantenidos en
tinieblas justamente por aquellos cuya obligación sagrada debería haber sido la de mantener viva,
por medio de la prensa, la luz de la verdad.
No hubiesen alcanzado nunca las publicaciones del Dearborn Independent, la importancia que
adquirieron, de no ser que el público no se hallara en condiciones de observar por doquier la
presencia de nuestras aseveraciones, comprobadas por la práctica. Las refutaciones de los judíos
solo sirvieron para fortificar aun más el vigor convincente de nuestros asertos. Resulta que los
judíos se encuentran en la desagradable situación de tener que tener lo desconocido, por
conocerse su misterio, y haberse descubierto sus consecuencias en hechos. Ya no se dan aires de
"manfichistas" en sus reuniones íntimas; tampoco gritan ni escandalizan como lo hacían sus rabinos
en publico, sino que reflexionan seriamente antes de admitir esto o lo otro como real y efectivo,
pero sin saber por ahora donde, una vez iniciado este procedimiento, les pueda conducir mas
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