Page 193 - El judío internacional
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rápida. Antes, un nuevo cantar por semana, una o dos nuevas obras en toda la temporada,
                  marcaban los limites. Al aparecer los cinematógrafos, desapareció esta costumbre. A fin de poder
                  sacar diariamente el dinero del bolsillo de las personas, hoy que variar también diariamente el
                  programa, y para presentar todos los días un "número" nuevo, es preciso abaratar en lo posible los
                  gastos de producción. Fabricación en serie para acrecentar los ingresos. El valor intrínseco: ¡cosa
                  secundaria! Pero resulta que no hay bastantes canciones buenas para suministrar a diario otra
                  nueva, no existen suficientes obras buenas para trocarlas en drama cinematográfico. Lo que les
                  falta a dichas obras en valor artístico, se les sustituye por sicalipsis. Es la sicalipsis la salsa picante
                  destinada a hacerle tragar al público la estúpida serie de obras cinematográficas y canciones
                  populares.

                  ¿Que por que únicamente los hebreos se prestan a ello? Porque representa un sistema, que no es
                  factible a ninguna otra raza, porque ninguna otra vive y muere tanto por el mercantilismo como la
                  israelita. ¿Quien, salvo el judío, seria capaz de combinar los términos "aires populares" y "arte", con
                  la de "proveer" y "vender"?

                  Según el concepto judío, popularidad no significa sino moda y modernismo. No hace falta para
                  garantizar su éxito, que una canción, ni por su melódica, ni por su texto, posea el mínimo valor;
                  basta con repetirla indefinidamente, hasta que se grabe en los odios de la masa: entonces se
                  convierte en "popular". Se concurre al teatro y se escucha cierta canción "sosa", pero no nos
                  atrevemos a decirlo, porque "todo el mundo" la canta. De pronto uno mismo la entona. La toca en
                  casa la niña en el piano, y resuena desde todas las puertas y ventanas, hasta que un día
                  desaparece. Es que ya existe un sucesor: otro "cri" en el callejón de los Cencerros. Se va repitiendo
                  nuevamente el martirio, y así, de treinta a cincuenta veces por año.

                  No hay que olvidar que esto es sistema, método. En absoluto casual. Es exactamente lo mismo que
                  en las "demostraciones" y "revoluciones": existe siempre un centro perfectamente organizado, que
                  conoce el mecanismo en todos sus detalles, que lo prepara y hace funcionar. Hay un método para
                  hacer una "revolución", exactamente tan "popular" como cualquier obra cinematográfica, o
                  cualquier canción: repetición incesante, hasta que la melodía lanzada sea del dominio público.

                  Todo estudio de "arte" reproducido en salas de variedades y cafés cantantes, demuestra que se
                  trata solo de mercadería judía.

                  Simultáneamente, el predominio hebreo en la música significa que toda la música no-judía queda
                  excluida. Por valiosa que sea una canción de cualquier no-judío, no hallara nunca el camino que
                  conduce al gran publico. Los propietarios de casas de música, los críticos, agentes, editores,
                  empresarios de music-halls, la mayoría de los cantantes y recitadores no solo son hebreos, sino que
                  lo son conscientemente a fin de apoyarse mutuamente y con absoluta exclusión de todo lo no-
                  judío.

                  Comprenderán perfectamente los amigos leales del pueblo el peligro mortal que tal canción popular
                  irradia; pero resulta también que se rebusca generalmente en sitio equivocado. Y mientras tanto,
                  en cierto pequeño grupo sigue impunemente maculándonos jazz, "cinematografía" y bailes
                  indecorosos, derrochando dinero a millares, para recogerlo a millones. Si fuera no judío este grupo
                  de personas, todo el mundo lo señalaría con el dedo. Pero es judío y queda invulnerable a toda
                  critica. Todo terminara, pero únicamente en el momento en que se pronuncie claramente el
                  nombre de los israelitas que lo dirigen.

                  Es demasiado claro para poderlo liquidar con la frase "prejuicios de raza". Es un caso típicamente
                  judío, y lo es sobre la base de hechos innegables.

                  No conforme con entrometerse cotidianamente en nuestra vida, en todas sus fases, desde el oro







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