Page 195 - El judío internacional
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modas, industria que en los Estados Unidos se convirtió en un absoluto monopolio.
¿Como explicar esta predilección hebrea por el oficio de la aguja? Es posible explicarla por la innata
aversión del judío hacia todo trabajo corporal pesado, hacia la agricultura, y por su vehemente
deseo de independencia. Cuando el judío se estableció en una ciudad, la cambia sólo por otra
ciudad. Existe cierta sociedad hebrea que tiene por objeto "poblar el campo con judíos", pero sus
resultados prácticos son nulos, y cada día con mayor intensidad, habitan solo las grandes urbes, en
las que se sienten más a gusto. Son el principio unos pocos precursores, pero al cabo de cierto
tiempo, se va formando una colonia de mayor importancia, que muy pronto domina la ciudad. No
todo esto ocurre al azar. El judío nada tiene de aventurero que busca fortuna a su propio riesgo,
sino que todos los movimientos hebreos se apoyan sobre una base común, y se desarrollan
premeditadamente. Es Nueva York la escuela profesional donde el recién llegado reciben la
educación adecuada sobre la forma en que debe tratar a los "goyim".
El ramo de la confección, como negocio hebreo, nada tiene que ver con el oficio, desde el arte ni
de la habilidad personal, sino que exclusivamente se ocupa de la fabricación en serie, a base de
una amplísima subdivisión en sectores del trabajo humano. A fin de ganar todo el tiempo posible,
prefiere el suficiente ocio para participar en asambleas revolucionarias, consejos, mítines y
redacción o lectura de artículos de tendencia izquierdista en los diarios.
Vivió Trotzky en Nueva York en esta forma, ocupando sus momentos de ocio en fraguar planes
para la destrucción de Rusia, su "patria". Todos los personajes hebreos del Este neoyorquino sabían
perfectamente que se hallaba en todo momento listo para destruir el Imperio de los zares. Fue un
plan perfectamente premeditado. Hecha la señal, todos los designados de antemano se ubicaron en
sus respectivos puestos. También hoy tiene preparados en el Este neoyorquino sus personajes
pretéritos, y viven estos en medio del "honrado" gremio sastrería.
Siendo este gremio como lo es, totalmente judío, también deben serlo sus derivaciones. Algunos
afirman que el bolcheviquismo ruso fue la venganza de "pobres rusos" por los miles que deben
sufrir en Norteamérica. Por lo pronto, estos "rusos" no son rusos, sino hebreos, y luego, el
bolcheviquismo tampoco es ruso, sino judío. Finalmente, los patrones de los pobres sastres hebreos
neoyorquinos son judíos, y el propietario de la casa, que les impone alquileres prohibitivos, es
también israelita. Resulta aquella defensa, entonces, una ofensiva contra los Estados Unidos, con el
único objeto de encubrir el bolcheviquismo judío latente en Norteamérica.
Las entidades obreras del ramo de la confección son enteramente judíos, ya que lo es todo el
oficio. Es preciso no olvidarlo, para explicarse las numerosas huelgas en este ramo y el
extraordinario encarecimiento de todos los artículos procedentes de dicha industria. Cien millones
de yanquis tienen que pagar muy caras estas frecuentes huelgas y las usurarias ganancias
obtenidas en este oficio completamente monopolizado por los judíos. Se triplicaron durante la
guerra los precios vigentes en el ramo de la confección, y esto ocurrió a pesar de la pública
declaración de los fabricantes de tejidos, de que todo este superávit de ganancias afluía a las
faltriqueras de los obreros de la aguja.
Hay dos campamentos centrales de la riqueza y del poderío hebreo, que tienen su punto de
gravitación en Nueva York. Es germano-judío el uno, representado por los Schiff, Speyer, Warburg,
Lewisohn y Guggenheim y hacen su juego con el dinero que les facilitan los no-judíos. El segundo
centro esta integrado por hebreos de procedencia rusa y polaca, que monopolizan el negocio de
ropas, vestidos, sombreros, peletería y quincalla. El trust de la confección, formado exclusivamente
por aquellos hebreos que figuraron en las filas de los más violentos propugnadores contra
determinadas dinastías europeas, representa hoy el alma de un movimiento, que si triunfa, no
dejara ni rastros de nuestra Republica y sus instituciones, ni respetara sus libertades.
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