Page 35 - El judío internacional
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cierto numero importante de individuos no-judíos, aunque aquella respondiera a los móviles mas
nobles. Los seres de sangre no-judía no están hechos para semejantes conjuras, que se disolverían
como el azúcar en el agua. Los no-judíos, ni en la masa de la sangre, ni en sus intereses, llevan los
fundamentales imprescindible para una tan estrecha cooperación, como los judíos. El no-judío, solo
por sus innatas cualidades, no puede concebir grandes conjuras, y tan es así, que sin tener pruebas
irrefutables a la vista, ni siquiera creerá en la posibilidad de su existencia.
Intuiranse, entonces, las dificultades que el señor Hard halla en esto de las conjuras. Para poder
redactar su artículo, se ve en la obligación de formular el asunto, como si en todas las ocasiones en
que se discute la cuestión judía se la tratara desde el punto de vista de una conjura. Esta es su
idea predominante, que se expresa en el epígrafe que reza: "Gran conjura contra los judíos".
Buscando hechos recopilados en el referido articulo del señor Hard, llegase a saber que existen
ciertos documentos que encierran, según dice, los detalles de una conjura, y hasta el plan para una
dominación mundial de los judíos. Esto es casi todo lo que el lector consigue saber de aquellos
documentos, aparte de que el señor Hard los califica de "originalmente horribles". Es una
lamentable falta en aquel artículo, porque el autor, si bien lo escribe para condenar ciertos
documentos, no nos dice nada absolutamente acerca de su contenido. Las perversidades se
desacreditan siempre por su misma maldad; mas estos documentos parecen no ofrecer personal
del señor Hard. En cambio, las personas de criterio independiente, hubiesen preferido seguramente
obtener una base crítica con la publicación total de aquellos documentos. Pero dejemos esto. Existe
la constancia de que el señor Hard establece en público que dichos documentos de conjura existen.
El autor pasa luego a otra cosa y pretende demostrar, nombrando a determinados judíos que
predominan en algunos remos especiales, que los hebreos en general no pueden tener nada que
ver con el dominio mundial. La responsabilidad de lo concerniente a aquellos nombres hebreos la
dejaremos a cargo del señor Hard. A nosotros solo nos interesa ver lo que es posible deducir de
ello.
Trata el autor con especial cuidado de los asuntos rusos. Hasta parece, a veces, como si se quisiera
equiparar la cuestión judía a la soviética en Rusia; y, sin embargo, esto no es cierto, y el señor
Hard lo sabe perfectamente. Si bien es cierto que las dos cuestiones se relacionan muy
íntimamente entre si, constituye, empero, una premeditada sutileza intentar construir primero
artificiosamente tal identidad. De cualquier manera, los hechos citados por el señor Hard, aparte de
las consecuencias que él extrae de los mismos, resultan bastante interesantes.
Fijémonos, entonces, primero en el caso de Rusia. El señor Hard dice que en el gobierno soviético
hay un judío: Trotzky. Claro esta que existen otros en ese gobierno, pero el señor Hard habla
exclusivamente del Gabinete. Tampoco cita a los comisarios, que parecen ser los verdaderos
dueños de Rusia, ni a las tropas rojas, apoyo único del gobierno Lenin-Trotzky. Para el señor Hard
solo existe el Gabinete. Con este mismo criterio no hubo en Hungría sino un solo judío en posición
preponderante, mas este fue nada menos que Bela-Kuhn. Queda pendiente, sin embargo, la
pregunta de por que, a pesar de existir solo estos dos judíos, todo el mundo estuvo y sigue
convencidísimo de la preponderancia hebrea en el bolcheviquismo. Tan tonta opinión de todos los
no-judíos seria infinitamente más quimérica de lo que es la idea de una conjura judía para el señor
Hard. Si fueran imbéciles todos los no-judíos, ¿por qué no considerar sabios eminentes a todos los
judíos?
De cualquier modo no peca de exagerado quien afirme que Trotzky ocupa el supremo poder,
compartiéndolo únicamente con Lenin, y que Trotzky es judío. Esto no lo negó hasta hoy nadie, ni
el propio Braunstein, apellido que fue de Trotzky cuando residía en St. Louis, Estados Unidos.
Más también los mencheviques, dice el señor Hard, son guiados por judíos. Trotzky al frente de los
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