Page 38 - El judío internacional
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perfectamente, como periodista versado que es, la forma de abordar el asunto cuando la actualidad
obliga a resolver problemas a ojos cerrados. En la actualidad, pueden los periodistas escribir en
estilo amplidifuso, diciendo que en cada raza existen seres buenos y malos, que ha dado hombres
eminentes o que desempeñaron importante papel en la historia. Estos puntos de vista proporcionan
material suficiente para redactar un artículo de fondo sobre cualquier pueblo de la comunidad
humana. No es preciso estudiar la esencia del asunto para redactar un artículo cuyo fin sea el
lucimiento. Se ocupa la prensa en una serie de artículos de este o aquel asunto etnográfico, ya no
se habla más de ello. Tal es el oficio de la prensa.
Puesto que el señor Brisbane vivió largo tiempo en Nueva York y mantuvo relaciones financieras
con consorcios de nuestro país, dado que habrá visto y observado con gran lujo de detalles el
régimen interno de los grandes trusts y bancos, y habíase rodeado de consejeros técnicos de raza
judía, es indudable que ha de tener un criterio personal respecto a estos asunto. No corresponde,
empero, al periodista, confesar públicamente sus ideas "personales" sobre las diversas razas que
conviven en su patria. Un periódico tiene un muy restringido derecho para emprender ataques,
como son contadas las ocasiones para suponerle justificado en una transgresión de aquel derecho.
Si el señor Brisbane tuvo oportunidad de escribir sobre la cuestión judía, era de suponer lo que
habría de escribir. Lo que podría extrañar es que se viera precisado a escribir sobre esta cuestión.
¿Es que realmente le parecía una persecución contra los judíos el que se pretendiese aclarar el
origen de las causas de su preponderancia en los Estados Unidos y en otras naciones? ¿O es que,
con la perspicacia propia de un editor, presintió que se presentaba una oportunidad propicia que se
presentaba una oportunidad propicia para llamar sobre su persona la atención y benevolencia del
grupo más importante de Nueva York y de todo el país? O acaso – y ello entra perfectamente en el
terreno de las posibilidades, - deseo soslayar el asunto hasta que ciertas directivas le invitaran a
componer un articulo de fondo o que ciertos accionistas le indicasen sus especiales deseos? No se
pretende con lo dicho presentar como sospechosos los motivos del señor Brisbane, sino que se
trata de demostrar los finísimos hilos de que pende, a veces un artículo de fondo. Pero, vayamos a
lo que interesa: ¿cree el señor Brisbane que, una vez publicado aquel artículo en la tan leída prensa
del domingo, el asunto puede considerarse terminado o que tiene ya el problema una solución?
Precisamente en esto radica lo más grave del periodismo cotidiano; cuando se lograr salir indemne
de un artículo de fondo, el asunto queda terminado, por lo menos así lo consideran en general la
mayor parte de los periodistas y editores de prensa.
Confiamos en que el señor Brisbane no considerara el asunto terminado, sino que insistirá sobre
tema de tanta importancia y cooperará en la medida de lo posible a su definitiva solución, lo que
con su extraordinario artículo no se ha conseguido. Hasta se le deslizaron errores, que luego de un
estudio mas a fondo debería rectificar. "¿Qué hay de los fenicios?", inquiere. El mismo debería
haber profundizado sobre este asunto antes de formular la pregunta. Si así lo hubiera hecho, no
habría caído en el deplorable error de relacionar a fenicios y judíos. Un judío no haría nunca eso. En
cambio, en un comentario periodístico de propaganda judía escrito para lectores no-judíos, esto es
tolerado. Los fenicios seguramente jamás pensaron, ni poco ni mucho, que pudieran relacionarse
tan íntimamente con los judíos, como nunca tampoco lo creyeron los judíos. Siempre se
diferenciaron, entre otras cosas, en la muy fundamental de sus relaciones con el mar. Los fenicios
no solamente construyeron barcos, sino que también los manejaron, en tanto que el judío prefirió
siempre confiar más sus intereses que su persona a las embarcaciones. En otros aspectos, también
fueron esenciales las diferencias entre ambos pueblos, acusándose muy hondas y marcadas. Al
respecto debería Brisbane atenerse a la "Enciclopedia Judía". Ojalá vuelva a dedicarse de nuevo a
estos estudios, ilustrando a sus lectores de lo que halle en libros judíos no impresos, divulgados
únicamente en manuscritos. No se trata de una cuestión quimérica y propicia a numerosas
interpretaciones como, por ejemplo, la de la redondez de nuestro planeta. La cuestión judía queda
concretada y claramente planteada, y se solucionará.
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