Page 41 - El judío internacional
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beneficio propio ya en el de aquellos que se dejan confiadamente guiar desde hace mucho tiempo
por su mérito intelectual.
Precisamente, odio y prejuicios se eliminara cuando se trata científicamente la cuestión judía. Es
posible tener un prejuicio contra cosas que no se entienden, o es posible odiar lo que no se
comprende. En cambio, el estudio de la cuestión judía, no solo procuraría conocimientos y juicios a
los no-judíos, sino también a los judíos que los precisan con tanta urgencia como aquellos. Al
conseguirse que el judío vea, comprenda y discuta ciertas cosas, desaparecerán la mayor parte de
las asperezas de la cuestión. Despertar a los no judíos en lo concerniente a los detalles de este
problema, constituye solo una mínima parte de la labor. Otra parte imprescindible estriba en hacer
interesar a los propios judíos en los hechos reales de que se trata. El primer éxito deberá ser el de
convertir a los no-judíos de simples defensores – y esto parcialmente en ambos sentidos – en
jueces imparciales. La investigación descubriría errores por parte de judíos y de no-judíos; pero
trazara el camino, para que la sabiduría y la prudencia puedan alzar la voz, porque, entonces, como
en todo problema, necesaria será mucha sabiduría.
Más en este propósito de tolerancia ocultase un peligroso lazo. Existe la tolerancia, en primer
término que se tolere la verdad. Actualmente se la falsea para evadir la realidad. La tolerancia no
puede prevalecer en tanto no se obtenga una conformidad general con respecto a lo que se desee
tolerar. Ignorancia, sujeción mental, acallamiento, no es tolerancia. Al judío jamás se le ha
tolerado, propiamente hablando, por la sencilla razón de que nunca se le comprendió. Y el señor
Brisbane no nos proporciona mejor conocimiento del pueblo judío, leyendo su ingenuo artículo,
arrojando un puñado de nombres judíos en un mar de letras de molde. De él depende el dedicarse
a fondo al estudio de este problema, sin que después lo utilice o no en sus publicaciones.
Desde el punto de vista periodístico es imposible informar diariamente a la opinión pública sin
tropezar a cada instante con los judíos. La prensa elude el asunto hablando falsamente de rusos,
lituanos, alemanes o ingleses. Constituye uno de los aspectos más falsos del problema este sistema
de bastardear personas y nombres, que en realidad caractericen, y hechos concretos.
Debería el señor Brisbane estudiar este asunto, dando a la publicidad, de una vez en cuando sus
observaciones, pues esta lo pondría en contacto con determinados sectores del judaísmo, que otro
publicista, por muy voluntarioso que fuese, no llegaría nunca a conocer. Es indudable que le habrán
colmado de elogios por su articulo; pero no cabe duda que habrá prestado mejor servicio
informativo sin, por el contrario, hubiera recibido algunos millares de dicterios. Nada de lo que
hasta ahora acaeció podría parangonarse con lo que seria el publicar uno solo de los hechos que un
imparcial examen le hubiese dado a conocer.
Puesto que el señor Brisbane escribe a favor de los judíos suponemos que siga con interés lo que
otros tengan que decir referente al mismo tema. Hallara entre sus lectores, ahora, más
correspondencia de judíos, que la que antes recibiera. Mucho de esto se reflejara, probablemente
en ulteriores artículos. Tarde o temprano todo investigador serio, todo periodista honesto, tropieza
con una u otra huella, que le lleva a recapacitar sobre el poderío mundial judío. Nuestro diario, el
Dearborn Independent, no hace sino sistemática y extensamente lo que el resto de la prensa hace
en periodos incoherentes.
Sobre la publicidad norteamericana pesa un verdadero miedo a los judíos, un temor que se siente y
cuyos motivos deberían atacarse. O mucho nos equivocamos, o también el señor Brisbane
experimento ese temor, aunque es posible que no se haya dado cuenta de él. No es, en realidad, el
temor de no hacer justicia a la raza judía – tal escrúpulo deberíamos sentirlo todos los que nos
consideramos honestos – sino más bien algo que nos impulsa a no escribir sobre los hebreos puras
alabanzas. Un leal sentido de independencia debería persuadir a todos los publicistas que el
periodismo norteamericano se halla en la necesidad de restringir estas habituales alabanzas y
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