Page 46 - El judío internacional
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De cualquier modo, en la revista American Hebrew (El Judío Norteamericano), del 25 de junio de
                  1920, escribe Hermann Bernstein lo siguiente: "Hace aproximadamente un año me presento un alto
                  funcionario del Ministerio de Justicia una copia del manuscrito titulado El peligro Judío, original del
                  profesor ruso Nilus, requiriendo mi opinión acerca de dicho documento. M manifestó que el
                  manuscrito era la traducción inglesa de un libro ruso publicado en 1905, y que más tarde fue
                  prohibido, que probablemente contenía unos "Protocolos" de los "sabios de Sión", y que se suponía
                  fue leído por el doctor Herzl en una reunión secreta del Congreso Sionista de Basilea. Opinaba mi
                  amigo que el autor de la obra era probablemente el doctor Herzl... Varios senadores
                  norteamericanos, que habían leído el manuscrito, denotaron consternación al ver que hacia tantos
                  años ya se hubiera trazado un plan por los judíos, que ahor4a iba a realizarse y que el
                  bolcheviquismo se venia preparando desde hace años por los judíos, en su intento de destrucción
                  mundial".

                  Citamos esto a fin de demostrar que un alto funcionario del Ministerio de Justicia de los Estados
                  Unidos presentó ese manuscrito al hebreo Bernstein, exponiéndole su propia opinión personal
                  diciendo que "el autor de la obra era probablemente el doctor Herzl", y que varios senadores
                  norteamericanos denotaban consternación al hallar una coincidencia perfecta entre unas
                  proposiciones formuladas en círculos sionistas en 1905, con los sucesos reales del año de 1920.

                  Debe llamar tanto más la atención el hecho por cuanto participo en el un funcionario de un
                  gobierno, que hoy esta en manos o bajo la influencia de intereses judíos. Es probable que aquel
                  funcionario, al conocerse este detalle, haya sido declarado cesante en sus funciones. Pero idéntica
                  probabilidad tiene el hecho de que las investigaciones conducentes, fuesen cuales fuesen las
                  órdenes impartidas y obedecidas, no hayan arribado a nada práctico.

                  Cierto es que el gobierno de los Estados Unidos llegó con bastante retraso en este asunto. Le
                  tomaron la delantera cuatro potencias mundiales, y una de ellas hace largos años. Se entrego una
                  copia de los Protocolos al Museo Británico, con sello de recepción de ese Instituto, fechado el 10 de
                  agosto de 1906. Datan probablemente los apuntes del año 1896, en que pronuncio Teodoro Herzl
                  las palabras arriba citadas. El primer congreso sionista reunióse en 1897 en Basilea.

                  El documento publicóse recientemente en Inglaterra en circunstancias que atrajeron la atención
                  pública, pese al título poco feliz que se le dio. Fué la firma Eyre y Spottiswoode, imprenta oficial del
                  gobierno británico, la editora de la obra, lo cual equivale a que en otro país lo publicara la Casa de
                  la Moneda. Ante el escándalo de la prensa judaica, el Times de Londres declaro, haciendo la critica
                  de la obra, que todos los contraataques de los judíos fueron "insuficientes".

                  Hizo constar el Times, y otro tanto probablemente ocurrido aquí, que los defensores judíos omitían
                  el textual contenido de los Protocolos, atacando en cambio su clandestinidad, y al enjuiciar el texto
                  lo hacían bajo la siempre repetida formula de que "es obra de un criminal, etcétera".

                  Estos Protocolos, no firmados por el autor, en su mayor parte en forma de manuscritos,
                  dificultosamente copiados a mano, sin apoyo de autoridad alguna, escrupulosamente estudiados en
                  las cancillerías secretas de los gobiernos, entre cuyos altos funcionarios circulaba de mano en
                  mano, siguen dando señales de vida, aumentando constantemente en importancia y pujante
                  convicción, gracias a la claridad y poderes de persuasión de su contenido. ¡Qué obra más
                  admirable, si es de un criminal o de un loco! La única prueba fehaciente de su legitimidad la lleva
                  en sí misma la obra, y en esta fuerza comprobativa interior, como también dice el Times, debería
                  concentrarse toda la atención publica. Mas aquí es donde justamente se inicia la maniobra
                  desviatoria de los judíos.

                  Nos obligan irresistiblemente estos Protocolos a repetir las preguntas: ¿Poseen los judíos un
                  sistema organizado de dominio mundial? ¿Cuál es su política? ¿Cómo se la pone en práctica? Estas







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