Page 43 - El judío internacional
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como factor poderoso y meritorio para crear una unidad humana que precisamente ahora, debido a
                  las circunstancias, es del todo imposible.  No se reprocha tanto a los judíos el hecho en si, de que
                  formen una nación dentro de otras naciones, sino más bien el abuso que hacen de este inevitable
                  estado de cosas. Pueblos y judíos intentaron repetidas veces llegar a una fusión, pero el Destino
                  parece haberles condenado a perpetua heterogeneidad. Tanto los judíos como los pueblos no-
                  judíos deberían amoldarse a este hecho fatal.

                  Teodoro Herzl, uno de los más eminentes intelectuales judíos, fue acaso uno de los más modernos
                  en amplitud de miras para una explicación filosófica del carácter judío. Jamás cupo para él la más
                  pequeña duda de que existe una nación judía, y proclamó su existencia por doquier. "Somos un
                  pueblo, una nación", dijo, reconociendo francamente también que lo que él denominó cuestión
                  judía es en efecto un problema político. Dice entre otras cosas en el prefacio de su obra El Es ado t
                  Judío: "Comprendo muy bien que el antisemitismo representa un movimiento en extremo
                  complicado, que existen en él elementos de agitación populachera, de vulgar envidia mercantil, de
                  prejuicios heredados, de intolerancia religiosa, mas también de defensa propia muy justificada.
                  Opino que la cuestión judía no es ni social ni religiosa, aunque adopte a veces estas formas. Es una
                  cuestión política mundial, que se trate e investigue solidariamente por todas las naciones civilizadas
                  del mundo".

                  Afirmo Herzl no sólo que forman los judíos una nación, sino que en contestación a una pregunta del
                  comandante Evans Gordon ante la Comisión Imperial Británica de Inmigración extranjera, declaró
                  en agosto de 1902: "Le explicaré mi concepto de la esencia de una nación, y usted podrá agregarle
                  el adjetivo de "judía". A mi juicio una nación representa un núcleo histórico de personas en visible
                  cohesión y unidas por un enemigo común. Eso es, a mi entender una nación. Si agrega usted la
                  palabra "judía", comprenderá lo que yo entiendo por "nación judía". Explicando la forma de
                  manifestarse de esta nación judía con respecto a los otros pueblos Herzl escribió lo siguiente:
                  "Cuando nos hundamos los judíos seremos proletarios revolucionarios, los suboficiales de los
                  partidos revolucionarios. Al elevarnos nosotros, también subirá el inmarcesible poder del dinero".

                  Este concepto, con seguridad el mas verídico, pues es el que mas profundamente arraiga en el
                  modo de sentir judío, es admitido también por el Señor Eustace Percy, y fue reproducido por la
                  revista canadiense Jewish Chronicle (La Crónica Judía), cuyos párrafos merecen leerse con la
                  debida atención:

                  "El liberalismo y el nacionalismo abrieron con el sonido de sus trompetas las puertas del ghetto,
                  ofreciendo a los hebreos la igualdad de derechos de ciudadanía. El judío, al ingresar en el mundo
                  occidental, advirtió su poderío y su esplendor, que aprovechó y gozó, puso sus manos en los
                  centros nerviosos de su civilización, le guió, dio dirección y sojuzgó... para declinar después el
                  honor. Por lo demás, y esto es significativo, la Europa nacional y liberal, la del régimen científico de
                  gobierno y de igualdad democrática, es mas tolerante con nosotros que los represores y
                  perseguidores del antiguo despotismo. Empero, ante la consolidación progresiva de las naciones
                  occidentales no será posible contar por más tiempo con una tolerancia sin límites... No quedan al
                  judío en un mundo de Estados territoriales perfectamente organizados, más que dos fórmulas: o
                  derribar los pilares de todos los sistemas nacionales de los Estados o crease su propio Estado
                  nacional. Radica en esta posibilidad de elección la explicación del bolcheviquismo judío y la del
                  sionismo, entre cuyos dos extremos los judíos orientales parecen aun hesitar".

                  Existe en Europa oriental la sensación de que crecen el bolcheviquismo y el sionismo juntos, del
                  mismo modo que la influencia judía, durante todo el siglo XIX, confundió y entrevero las ideas
                  republicanas y las socialistas, hasta la revolución de los Jóvenes Turcos, y esto no porque le
                  importe al judío la paz positiva de la ideología radical , ni porque le interese participar de un
                  nacionalismo  o democracia no judías, sino por su odio innato con tra cualquier sistema de gobierno
                  no-judío".







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