Page 39 - El judío internacional
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El señor Brisbane se halla en condiciones de poder estudiar este problema por cuenta propia.
                  Cuenta con gran estado mayor de colaboradores, y es de suponer que entre ellos se encuentren
                  no-judíos de acrisolado carácter. Posee también una organización universal. Cambiados su léxico y
                  sus ideas, lo que acaeció luego de haber ingresado en el mundo del "ganar dinero", llego a poseer
                  también un conocimiento mas profundo de determinados grupos humanos de sus tendencias
                  dominadoras. ¿Por qué no ataca con bríos todas estas cuestiones con carácter de problema
                  mundial, buscando hechos en que apoyarse y tratando de hallar una solución?, tarea digna de un
                  editor periodístico noble. Facilitaría a Norteamérica el poder aportar su parte de cooperación para
                  que esta cuestión deje por fin de ser el fantasma que siempre fue. Todo cuanto se dice en este
                  mundo de "amor al prójimo" y otros tópicos elegantes, pero superficiales, no puede resistir un
                  examen crítico, pues se nos exige con ello que amemos a aquellos que con toda viveza y carencia
                  de escrúpulos dedícanse a usurpar el dominio sobre nosotros. "¿Qué hay de reprochable en el
                  judío?", pregunta Brisbane. Para formular esta primera pregunta es preciso hermanarla con otra:
                  "¿Qué hay de reprochable en el no-judío?".

                  Tal como otros escritores no-judíos que se prestan a ser benévolos defensores de los judíos, el
                  señor Brisbane tiene que admitir ciertos hechos que forman parte del mismo problema, cuya
                  existencia se pretende negar.

                  "De cada dos nombres influyentes con que se tropieza en cualquier capital, uno es judío", dice el
                  señor Brisbane, pero en su propia residencia este porcentaje es aun mucho mayor. "Los judíos, a
                  pesar de que constituyen menos del uno por ciento de la población mundial, merced a su espíritu
                  emprendedor, a su viveza y a sus conocimientos, obtiene un 50 por ciento de las utilidades
                  comerciales del mundo entero", dice el señor Brisbane.

                  ¿Significa algo esto para el señor Brisbane? ¿Pensó acaso alguna vez en el fin a que ello nos
                  conducirá? ¿Puede este éxito librarse del reproche de alguna que otra de las cualidades que la
                  humanidad, con derecho, desprecia por deshonestas? ¿Satisfáceles además del modo como este
                  éxito, una vez adquirido, se explica? ¿Se halla en condiciones de demostrar que tal éxito se deba
                  única y exclusivamente a las cualidades laudatorias por él citadas, con exclusión de toda cualidad
                  detestable? ¿Puede aprovechar la lucha competidora del trust ferroviario de Harriman
                  financieramente apoyado por los israelitas? ¿Ha oído decir jamás que el dinero judío se invierte en
                  empresas ferroviarias sin tacha?

                  Seríanos posible facilitar al señor Brisbane los temas para innumerables artículos de fondo, que
                  tanto para el como para sus lectores serian en extremo instructivos, solo en el caso de que la
                  recopilación del material de hechos se confiara a personas imparciales. Uno de dichos artículos
                  podría titularse: "Los judíos en la Conferencia de la Paz". Sus informadores debería hacer constar
                  cuales fueron las personalidades preponderantes en los diversos puestos, quienes iban y venían con
                  la mayor oficiosidad, a quienes les estaban abiertas siempre todas las puertas de los delegados de
                  los gobiernos y de las Comisiones; que raza ofreció el mayor numero de secretorios privados de los
                  grandes políticos; que raza monto la guardia en mayor numero, guardia con la cual era preciso
                  tropezar para llegar hasta los personajes influyentes; cual fue la raza cuyos miembros trataron con
                  ahínco en convertir la Conferencia de  Paz en una serie ininterrumpida de bailes y fiestas copiosos
                  banquetes, o cuales fueron los amigos particulares invitados con mayor frecuencia a comidas
                  intimas alrededor de los miembros de la conferencia.

                  Si el señor Brisbane, con sus claras facultades de cronista, instruyera a su personal en tal sentido y
                  publicara después todo cuanto sus reporteros le refirieran, escribiría una página de historia
                  contemporánea, que en su notabilísima carrera de editor periodístico significaría un mérito
                  indisentible.

                  Y hasta podría  después publicar un segundo capítulo sobre la Conferencia de Paz con el titulo de







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