Page 37 - El judío internacional
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dentro de ellas las fuerzas pujantes todas, están bajo el dominio judío. Este hecho tendrá que
                  reconocerlo también el señor Hard, pese a la intención contraria de su artículo.

                  Y el partido moderado también, el "centro liberal", como lo denomina Hard, que reúne a todos los
                  no extremistas, se presenta con los apellidos preponderantes de Brandeis, Mack y Felix Frankfuter,
                  caballeros cuya actitud desde el armisticio proporcionaría material abundante para un
                  interesantísimo capitulo.

                  Sinceramente cita Hard todavía otros dos nombres: el "barón de Günzburg, judío", un "empleado
                  leal" de la Embajada rusa con el embajador Bajmeteff, representante del viejo régimen, algo
                  modificado, en tanto que la agencia telegráfica rusa, cuyas informaciones se publican en infinidad
                  de diarios norteamericanos, es dirigida por otro judío (así le califica Hard), cuyo nombre es
                  conocidísimo por los hebreos de la prensa cotidiana: A. I. Sack.

                  Esta lista no es completa ni con mucho, pero no por ello deja de ser interesante. Según dicha lista,
                  parece que los documentos, cuya ridiculez trato de demostrar Hard, van adquiriendo algo más de
                  importancia. Y asimismo, se va imponiendo la sospecha de que si aquellos documentos no fueron
                  examinados tan atentamente como era de desear, quizá haya sido porque los lectores, aparte de
                  los detalles advertidos por Hard, habían descubierto y observado hechos mucho mas significativos y
                  escandalosos totalmente confirmados por los documentos mismos. Los lectores que no han tenido
                  la suerte de poder enterarse del total contenido de aquellos documentos, deben exigir que se
                  satisfaga su natural interés.

                  No son los documentos los que crearon la cuestión judía. Si no existieran otros antecedentes, que
                  nada tiene que ver con dichos documentos, ni el señor Hard hubiera escrito jamás su artículo ni el
                  Metropolitan lo hubiese publicado.

                  El mérito del señor Hard es haber confirmado en un lugar insospechado que esta patente la
                  cuestión judía, y que esta debe ser debatida. Quien mando redactar el artículo titulado "La gran
                  conjuración de los judíos" por fuerza debió haber experimentado una imperiosa necesidad de
                  hacerlo.

                    "¡Estáis perdiendo el tiempo en frases vanas! En tanto el periodismo del mundo entero no este en
                                                                i
                       nuestras manos, será inútil todo cuanto hiciera s. Es necesario que dominemos o por lo menos
                           influyamos en la prensa universal, si ha de ser nuestra tarea la de alucinar y cautivar a los

                                                                                                  pueblos".

                                                                                "Barón de Montefiore (1840)".

                                                             VII
                                      ARTHUR BRISBANE, DEFENSOR DEL JUDAISMO

                  Debemos interrumpir nuevamente el examen de la cuestión judía contemporánea, para referirnos a
                  la aparición de un editorial de más de dos columnas en el diario To Day (Hoy) del 20 de junio de
                  1920, perteneciente al consorcio Hearst, en que se ocupa de nuestro mismo asunto el periodista
                  señor Arthur Brisbane. Sin que sea este periodista el más influyente de los Estados Unidos, es
                  indudable que figura entre la docena de redactores mas leídos por el público. Y cuando trata el
                  vidrioso asunto del judaísmo un escritor de su fuerza intelectual crítica, es indiscutible que este
                  problema consigue un evidente relieve, y adquiere importancia y actualidad.

                  El señor Brisbane, sin embargo, no estudió este problema judío. En una conversación íntima
                  confesaría, probablemente, que nada en absoluto sabe del mismo, aunque esa confesión no
                  concordara con el tono de seguridad con que ha venido tratando la cuestión en público. Pero sabe,







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