Page 61 - El judío internacional
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Cuando se haya quebrado así la solidaridad de la sociedad no-judía (esta denominación es
perfectamente admisible, puesto que la sociedad humana es en su mayoría no-judía), puede
avanzarse la firme cuña de otra idea, no alcanzable por la perturbación general, hasta la sede del
poder. Es sabido que un disciplinado grupo de veinte policías o soldados se impone fácilmente a
una muchedumbre desordenada de miles de personas. Del mismo modo la minoría indicada en este
plan puede fácilmente dominar a cualquier nación, a un mundo entero descompuesto en mil
partículas contrarias, siendo mucho más fuerte esta minoría que cualquiera de aquellas partes.
"Divide et impera" constituye el lema de estos Protocolos.
En extremo fácil resulta la descomposición de la sociedad humana sobre la base de la apreciación
del ser humano, documentada en esta obra, siendo su característica tomar palabras por hechos.
Nadie puede dudar de ello si se observa la larga serie espiritual de sueños, ideas y teorías que
conmovieron siempre a la humanidad. Tanto mayor será la aceptación de una teoría, y tantos mas
sus partidarios cuanto mas fantástica y llamativa la misma sea. Realmente, como expresan los
Protocolos, los hombres no se preocupan por el origen, ni por las consecuencias de las teorías que
aceptan. El espíritu inclinase siempre a considerar la apariencia de cualquier teoría nueva por su
esencia. Por esto apareció siempre como un nuevo descubrimiento la experiencia basada sobre el
experimento y practico frente a una teoría.
Lanzóse una teoría tras otra sobre las masas, y finalmente, se reconoció cada una de ellas como
prácticamente imposible, desechándoselas. Mas el efecto fue siempre el deseado por el programa,
resultando que merced al abandono de una teoría quedaba la sociedad mas quebrantada que
antes, mas desamparada frente a sus enemigos, y más desconfiada en cuanto a sus verdaderos
prohombres. Con infalible seguridad, toda comunidad es víctima de quien le promete la felicidad
que ansia, pero al derrumbarse el castillo de naipes queda más debilitada que nunca. No existe,
pues, una verdadera opinión publica. Por doquier hay desconfianza y disensiones. Mas se observara
en medio de todo este embrollo, aunque poco visible, un determinado grupo que no cae en tales
disidencias, sino que, muy al contrario y justamente al amparo de todo aquel embrollo, logra todo
lo que anhela. Deducirase de los protocolos, que la mayor parte de las teorías disolventes en boga
son de origen judío, y que el solo grupo humano inquebrantado y que sabe adonde va,
prosiguiendo su marcha, sin importarle un ápice la suerte de la humanidad, es el grupo judío.
La más desastrosa teoría es aquella que pone en íntimo contacto y armonía las ideas modernas con
las catástrofes que de ellas emanan, diciendo que "todo son señales del progreso", pues si
realmente lo son, será de un progreso que lleva al abismo. No es posible señalar un progreso
efectivo en el hecho de que nosotros, allí donde nuestros antepasados utilizaban molinos de viento
o hidráulicos, empleemos motores eléctricos. La señal de un verdadero progreso seria la respuesta
a estas preguntas: ¿que influencia ejercen sobre nosotros esas ruedas? ¿Fue mejor o peor que la
actual, la sociedad de la época de los molinos de viento? ¿Ha sido mas uniforme en costumbres y
moral? ¿Poseía mas estima ante la ley y forjaba caracteres mas elevados?
La moderna teoría fermentativa, de acuerdo con la cual de todas estas intranquilidades,
modificaciones y transmutaciones de valores se ha de desarrollar una humanidad más perfecta, no
puede apoyarse en hecho visible alguno. El objeto manifiesto de dicha teoría es el de querer dar a
algo indudablemente malo el carácter bueno. Emanan de la misma fuente las teorías que originan
la descomposición. Toda nuestra ciencia nacional-económica, tanto la conservadora como la radical,
ya sobre base capitalista o anárquica, es de origen judío. También encuentra esta afirmación de los
Protocolos su comprobación en la práctica de los hechos.
Y se consigue todo esto por medio de palabras, no de hechos. Los mercachifles de la charlatanería
mundial, aquellos que en su proceder frente al mundo, y fuera de la comunidad de su pueblo, hace
pasar palabras por hechos, son innegablemente ese grupo de judíos, los judíos internacionales, de
los que este libro trata, cuya sabiduría del mundo y cuyos métodos están recopilados en los
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