Page 56 - El judío internacional
P. 56
Demuestran estos párrafos el estilo de los Protocolos en lo que se refiere a los partidos políticos.
"Nosotros" quiere decir siempre los autores, en tanto que "los infieles" son aquellos sobre quienes
se escribe. Observase esto con suma claridad en la tesis 14, donde se dice: "En esta disparidad del
modo de sentir y de juzgar entre los infieles y nosotros, queda nítidamente visible el sello de
nuestra elección como pueblo privilegiado, como a seres humanos más perfectos ante los infieles,
que solo tienen un espíritu instintivo, animal. Ellos observan, mas carecen de reflexión; si algo
inventan, son siempre objetos materiales. Surge de todo ello inequívocamente, que la Naturaleza
nos destino a dominar y conducir al mundo". Esto fue desde los más remotos tiempos y para definir
claramente los dos grandes sectores que forman la humanidad, afirmaremos que todo no-judío
debe ser considerado infiel.
La utilización del concepto "judío" en los Protocolos puede caracterizarse citando párrafos del
capitulo 8, que dicen: "Mientras no podamos, sin peligro, encomendar los puestos gubernativos de
mayor responsabilidad a nuestros hermanos judíos, los confiaremos a individuos cuyo pasado y
cuyo carácter sean de índole tal, que entre ellos y su pueblo medie un abismo".
La costumbre de hacer avanzar "frentes de infieles" para ocultar las señales del predominio hebreo,
se estila en la actualidad ampliamente en el mundo de las finanzas. Los serios adelantos que se
lograron desde la fecha en que se escribieron aquellas palabras, nos lo demuestra un incidente
ocurrido durante la convención de San Francisco, donde el apellido hebreo Brandeis fue citado para
la candidatura a la Presidencia. Existen razones para suponer que la opinión pública se vaya
habituando cada vez mas a ver desempeñados los mas altos puestos administrativos por judíos. En
realidad, seria este un paso muy pequeño desde donde ahora ejercen su influencia. No hay, en
efecto, departamento oficial alguno de la Presidencia en el que los hebreos no cooperen y decidan
en secreto. El desempeño oficial del cargo de Presidente no se les hace necesario para acrecentar
su poderío, sino a lo sumo para favorecer determinados objetivos, que corren paralelos con los
planes esbozados en los mencionados Protocolos.
Otro punto, que choca al atento lector de la obra, es que dichos documentos carecen por completo
de todo indicio de exhortación. No sirven a ningún objetivo de propaganda, ni se esfuerzan en
absoluto incitando el amor propio o la energía de aquellos para quienes fueron redactados. Son
áridos y fríos como un expediente judicial, y tan sobrios como un formulario estadístico. No existe
retórica alguna, no frases hechas como la de "¡hermanos, ¡levantémonos!", ni clamoreo histérico
como el de "¡abajo los infieles!". Si fueron los Protocolos redactados por judíos, y a judíos confiados
o si contienen principios del plan mundial judío, también es cierto que de ningún modo fueron
destinados para demagogos, sino para iniciados, cuidadosamente preparados, de las más elevadas
categorías.
Inquirieron ciertos defensores de los judíos: "¿Es imaginable que si tal plan mundial existiera lo
publicaran?". Según todo lo hace suponer, los Protocolos fueron dados a conocer solo verbalmente
por sus autores. En su forma actual son apuntes que uno de los concurrentes hiciera de un discurso
pronunciado, unos detallados y otros muy breves. Desde que los Protocolos fueron conocidos, se
ha afirmado siempre que representan reseñas que fueron entregadas a interesados hebreos,
residentes probablemente en suiza o Francia. El intento de presentarlos como de origen ruso puede
negarse en absoluto, no únicamente por su ideología, sino también por coincidencias cronológicas y
por detalles gramaticales.
El contexto todo apoya la suposición de que originariamente fueron impartidas unas lecciones a
estudiantes, exponiéndolo, a salta a la vista su primordial objetivo, no de hacerse aceptar como
plan, sino más bien el de desarrollar explicaciones acerca de un plan que ya esta en vías de
realización. El texto carece de toda exhortación para armar esfuerzos o para emitir juicios; dice
claramente, por el contrario que no se desean discusiones ni juicios. ("En tanto predicamos
56