Page 95 - El judío internacional
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aquellas.

                  Quien tropiece con un intento de enemistar las ciudades con la tierra llana, recuerda el párrafo
                  citado del Protocolo 12. El veneno va causando sus efectos. ¿No se nos dice que la prohibición fue
                  otorgada a la fuerza a los distritos rurales del Oeste? ¿No oímos decir en todas partes que la
                  carestía de la vida solo tiene su origen en las extravagantes ganancias de los agricultores?
                  Ganancias, claro esta, que jamás hicieron.

                  Una grieta tal vez fatal podría abrirse en todo este plan judío, en el momento que las gentes de la
                  ciudad y del campo trataran de acercarse mutuamente; pero no por intermedio de personas que se
                  ofrecen personalmente para ello, sino directamente. Campo y ciudad, por culpa de equivocaciones
                  artificiosamente creadas, divergen el uno contra la otra y del abismo que se va ahondando cada
                  vez mas, destaca la negra sombra del plan mundial judío.

                  ¡Ojalá mire el labrado por encima de los testaferros no judíos de su pueblo y por encima de los
                  centros del mercado, fijando claramente su vista en el verdadero autor de esta discordia, que se
                  halla oculto en las tinieblas!

                                                            XVII
                                ¿PREDOMINA EL JUDAISMO EN EL PERIODISMO MUNDIAL?

                  Informa el presente capitulo un doble objetivo: fijar lo que dicen los Protocolos sionistas con
                  respecto a la prensa en relación al plan mundial, e iniciar al lector en el estudio de la influencia
                  hebrea sobre el periodismo.

                  La raza israelita tuvo siempre una idea nítida de las ventajas que es posible sacar de la prensa,
                  constituyendo este uno de sus factores de predominio. Hallarse enterado de antemano, saber lo
                  que sucederá antes de que lo sepan los no-judíos, que entre ellos viven, fue siempre una
                  prerrogativa de judío, facilitada por la estrecha coherencia de sus grupos y comunidades, por muy
                  dispersos que estén. Desde siempre fueron ellos los más astutos transmisores de noticias, como
                  han sido también ellos los inventores de la carta-nota informativa.

                  No pretendemos decir con esto que sean los judíos los precursores, ni los padrinos de la gran
                  prensa moderna. Jamás animo a los hebreos la intención de divulgar las noticias sino mas bien la
                  de conservarlas en secreto para su provecho propio. Las últimas noticias políticas, económicas o
                  comerciales que se transmitían rápidamente de una comunidad hebrea a la otra y sobre toda
                  Europa, fueron propiedad común, de las que cada comunidad saco y aprovecho lo que necesitaba,
                  comunicándolas a su vez a otros grupos. Por espacio de siglos fue el judío el pueblo mejor
                  informado del mundo entero. De sus fuentes secretas en las cortes y cancillerías, por israelitas
                  privilegiados en posición favorable, obtuvo esa raza conocimiento pleno y exacto de los sucesos
                  mundiales. Tuvieron los judíos espías en todas partes. Allá lejos, en Sudamérica, y cuando las
                  colonias holandesas y británicas en el Norte, se habían apenas consolidado, vivían ya judíos, como
                  centinelas de los intereses comerciales europeos. El mundo entero fue espiado en provecho de
                  aquella raza, así como todavía hoy nuestro planeta esta bajo la mirada escudriñadora de los
                  agentes israelitas (en su mayoría testaferros no-judíos), en lo que se refiere a los nuevos
                  yacimientos de oro.

                  Un interesante e histórico de cuanto los judíos saben apreciar las noticias frescas, nos lo brinda la
                  carrera de Nathan Rothschild, de Londres. Este banquero baso todos sus planes financieros en el
                  supuesto de que Napoleón, por aquel entonces desterrado en la isla de Elba, estaba
                  definitivamente excluido de la política europea. Napoleón, empero, apareció de nuevo, y en los cien
                  días de su ultimo gobierno de 1815 pareció derrumbarse necesariamente todo el magno edificio
                  financiero construido por los Rothschild. Febrilmente ayudo este banquero a Prusia e Inglaterra, y







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