Page 16 - La Cocina del Diablo
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Realmente las imágenes de esta fiesta eran fascinantes, sonorizadas por los cantos agradables y una
         bella  música  instrumental.  Al  ver  sus  evoluciones,  de  robustos  bailarines,  su  vivacidad,  su  habilidad,  su
         suavidad, uno se sentía transportado. Se compartía este bienestar, esa insaciable alegría de vivir.
                Karine explicó:
         -      Esta imagen data del año 1850. Tal era la vida en todas las islas del Pacífico. Es entonces que llegó el
         hombre blanco. Ni la fecundidad del suelo, ni la fuerza del sol, ni la riqueza de tu» tierras y de sus aguas en
         alimentos vivientes de todo tipo; no impidieron que los nativos renunciaran a su alimentación, y adoptaran la
         civilizada. Ahora les enseñaré esta misma localidad pero en el año 1959.
                Se  pudo  percibir  un  puerto.  Una  sirena  aullaba.  Una  agua  turbia,  aceitosa  producía  un  olor  de
         podredumbre.  Delante  de  una  terrible  construcción  gris,  en  primer  plano,  se  apiñaban  un  grupo  de  gente
         pobre, -indígenas- vestidos con harapos europeos.
                Karine les mostró riéndose:
         -      Ellos tienen dolor de muelas y esperan después de horas delante del dispensario cerrado la llegada del
         dentista. Detrás, en el puerto, el vapor de San Francisco descargaba sus mercaderías.
         -      ¿Qué trae? pregunto Sten.
         -      Harina blanca, azúcar blanca y conservas.
         -      ¿Por qué esta raza se volvió tan débil en pocos años? pregunta Francoise.
         -      Una  alimentación  equilibrada,  natural,  representa  una  mezcla  sutil,  en  justas  proporciones,  de  una
         gran  multiplicidad  de  substancias  vitales;  ellas  mantienen  la  salud  y  la  belleza,  que  son  dones  de  la
         naturaleza.
                “Pero una alimentación carente vuelve débiles a los hombres Yo he transformado en nada la nobleza
         de las expresiones y de las formas. Estas pobres gentes que han adoptado el uso de víveres de importación lo
         han pagado caro. Reblandecimiento de rostros, irregularidad en las dentaduras. Los dientes están cariados en
         un 44%. La población ha caído de 100,000 a 2,000 almas”.
                El Patrón dice con ironía.
         -      ¡Ayude entonces a los países subdesarrollados!
                Pero  Murduscatu  parecía  totalmente  insensible  a  estas  pruebas  de  un  evidente    trabajo  destructor.
         Testarudo recomenzó:
         -      Australia es un continente que nuestra gente no ha sabido aún conquistar. Hasta me parece que se
         desinteresa. Los autóctonos son aún vigorosos, sanos, extremadamente primitivos. Tienen los sentidos de una
         agudeza increíble. Pueden percibir desde muy lejos el desplazamiento de pequeños animales. Ellos ven a ojos
         desnudos 1as estrellas que los civilizados sólo perciben con el telescopio. ¿Qué ha hecho ella para abolir esta
         intolerable perfección?
                Karine protestó:
         -      En Australia también 1a enfermedad y la degeneración hacen su obra, en todos los lugares donde los
         indígenas compran víveres en las tiendas. Inmediatamente sus sentidos pierden agudeza, y ésta desaparece a
         más tardar en la segunda generación, si ellos continúan alimentándose como los civilizados.
                "En la reservación La Pérouse, cerca de Sydney, los australianos tienen los dientes cariados en un
         100%. En la reservación de Palm Island, a 50 leguas de tierra firme, sólo hay un 50°/o de dientes cariados".
         -      Nuestra agente acepta entonces que aún existen estos primitivos, ganguea el Aterrador.
         -      ¡Pero ya no por mucho tiempo! Ya he tomado mis medidas. Estoy muy agradecida a las numerosas
         Misiones Religiosas de todo tipo que familiarizan a los indígenas con los regímenes civilizados: cuando ya se
         acostumbraron ya no pierdan le costumbre.
                Con ironía el diablo se dirige a sus huéspedes:
         -      ¿No experimentan algún sentimiento de culpabilidad? les preguntó.
         -      ¿Por  qué  deberíamos  experimentarlo?  dijo  Sten.  ¿El  Blanco  civilizado  no  está  él  mismo  en  una
         completa ignorancia de estos peligros y no se expone el mismo?
         -      El incluye el mundo entero en su “inexperiencia desastrosa', declaró Belcebú, pero Ud. tiene razón.
         No  se  puede  reprochar  a  un  ciego  su  ceguera.  Y  mientras  tanto,  el  hombre  blanco  no  escapará  a  sus
         responsabilidades.

         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                15
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