Page 26 - La Cocina del Diablo
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mercurio,  selenio,  uranio,  zinc.  Nosotros  les  diremos  a  continuación  el  rol  que  juegan  los  metales  en  la
         alimentación. Y aún entre los colorantes orgánicos los hay aquellos que son tóxicos.
         -      Ud. pasa por alto los colorantes de origen vegetal, que son inocuos de hecho, hizo notar Francoise.
         -      ¡Pero son costosos! mientras que los colorantes químicos son baratos. Entonces, la elección se hace
         fácilmente ... He aquí el efecto más común de los colorantes artificiales: se oponen a la acción de la tripsina, -
         una diastasis del intestino- y por lo tanto a la digestión de las albúminas.
                "La industria alimentaria utiliza 150 colorantes diferentes. Se necesitan enormes cantidades en todos
         los  países  del  mundo.  Estos  dan  al  comprador  la  ilusión  de  que  la  mercadería  está  fresca,  sana,  porque
         disimulan el comienzo de la putrefacción. El organismo está obligado a eliminar, al precio de un esfuerzo
         suplementario, estas sustancias extrañas, hostiles".
         -      Se ha probado que una cierta cantidad de estos colorantes no son tóxicos, anotó la joven.
         -      Tal  afirmación hay  que  tomarla  con  precaución,  hasta  que  no  se  tenga  un  conocimiento  completo
         sobre todo aquello que sucede en el organismo humano, tanto que no se habrá seguido los efectos de estas
         sustancias durante muchas generaciones. ¡Estamos aún lejos!
         -      Este problema no encontrará su solución tan pronto, acentuó el Patrón.
         -      ¡Uds. pueden creerme, este uso masivo de colorantes tienen consecuencias muy satisfactorias! retomó
         Azo.  Porque  todo  está  coloreado:  los  huevos  en  conserva  para  pastelería  y  confitería,  el  salmón  y  sus
         derivados, las pastas al huevo, las galletas, las tortas, las compotas, las mermeladas, los cubitos de caldo, el
         caviar,  la  miel  artificial,  los  helados,  frutas  en  envases  de  vidrio,  jarabes,  bombones,  mostaza,  bocaditos,
         limonadas, licores, aún el tabaco y por supuesto, la mantequilla.
         -      ¿No se ha probado desde hace tiempo que el colorante de la mantequilla es cancerígeno? Me parece
         que he leído esto en alguna parte, pregunto Sten.
         -      ¡Exacto!  Y  yo  puedo  citarle,  con  respecto  a  este  tema,  un  artículo  aparecido  en  el  Suddentsche
         Zeitung del  12 de diciembre de 1952. He aquí el texto:
                "¿Por cuál motivo se toleran los colorantes, sean incorporados en la mantequilla, o en las harinas para
         bocaditos, o en las pastas, si se ha probado que el más usado de los colorantes, el ‘Azo’, provoca el cáncer?
         Los servicios de la investigación científica, apoyados por químicos oficiales de la industria alimentaria, han
         propuesto un reglamento con respecto a esta grave cuestión, pero surgieron obstáculos que no permitieron
         este reglamento".
         -      ¿Qué tipo de obstáculos? preguntó Francoise.
         -      ¿No lo adivina Ud.? Porque mis agentes, bien situados en altos puestos, han sabido oponerse, dijo el
         Patrón. ¡Continuemos!
         -      Más de doscientos productos químicos sirven para dar sabor y olor. Su eficacia no es menor a la de
         los colorantes. Nosotros empleamos muchísimo la parafina, que deriva del alquitrán de hulla.
         -      Pero  siendo  insoluble  en  el  agua,  anotó  la  doctora,  éste  sólo  puede  penetrar  en  el  organismo  en
         pequeñas dosis.
         -      ¡Ya le he dicho que hay que pensar en cantidades pequeñas que se acumulan y se adicionan! replicó
         Azo.
                “¡Recuerde Ud. las dosis empleadas en homeopatía! Aún las cantidades infinitesimales, provenientes
         de productos que se impregnan a los papeles para envolturas, pueden causar graves problemas. Los embalajes
         impregnados  con  esta  sustancia  permiten  un  largo  almacenamiento  de  los  alimentos,  aún  por  años,  sin
         disminuir  su  valor  comercial.  ¿Pero  qué  puede  decirse  de  su  valor  ‘biológico’?  Esos  alimentos  están
         completamente muertos, fuera del circuito de la vida”.
         -      ¡Quienquiera que coma lo que está muerto, morirá! repitió el Diablo.
                Azo continuó:
         -      Las  emanaciones  de  estos  materiales  de  embalaje  van  al  contenido.  Es  así  que  el  papel  para  la
         mantequilla contiene cloruro de zinc, óxido de cobre amoniacal, ácido sulfúrico, sales de fierro, ácido bórico,
         ácido salicílico, nitrato de potasio, (propionatos) de sodio y de calcio y otras incomibles sustancias nocivas.
         Los  recipientes  do  madera,  los  vasitos  de  cartón,  los  papeles,  las  cajas,  son  parafinados  o  embebidos  de



         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                25
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