Page 49 - La Cocina del Diablo
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-      En los embalajes, se leen alusiones al sol dorado del Sur . . .
         -      Las frutas que se han hecho madurar artificialmente tienen un color gris sucio, poco apetitoso. Se les
         lleva  entonces  a  la  tintorería.  Allí,  un  colorante  a  base  de  alquitrán,  reforzado  por  vapores  calientes,  les
         confiere esos tonos soleados que gustan a los aficionados. Lamentablemente, la fruta, así tratada ha perdido
         todo  su  aroma,  o  por  decir  mejor,  apesta  lamentablemente  ...  Se  debe  entonces  impregnarla  de  aromas
         artificiales.
                El patrón gruñó.
         -      ¡Pero  frecuentemente,  este  fraude  es  desenmascarado!  Y  bajo  el  aroma  suave  se  huele  aún  la
         pestilencia del diablo, ¡Habrá que perfeccionar este procedimiento!
         -      ¡Estamos trabajando en eso, Patrón! Para impedir que los cítricos se pudran durante su transporte,
         nosotros los rociamos con thiocarbamida (thio-urea), o aún con difenilo. Nuestra gente propaga por todos los
         medios la falaz idea de que estos venenos quedan en la superficie de las frutas. Pero, en realidad, penetran
         hasta la pulpa. Se pueden obtener cantidades apreciables de estos venenos en su jugo.
                "En el congreso de cáncer en Stuttgart en 1955, el profesor Otto Warburg ha insistido sobre el hecho
         de que los derivados del ácido sulfhídrico, de la thiocarbamida, y de la thioacetamida provocan en el animal
         cánceres del hígado y de la vesícula. Además, esas sustancias actúan fuertemente sobre la glándula tiroides,
         sobretodo en los niños”.
                "Para terminar, se envuelven a los cítricos de primera selección en papeles impregnados de difenilo.
         Está bien establecido que este veneno pasa, del papel, a la pulpa misma de la fruta".
         -      La  cantidad  que  las  pieles  de  las  frutas  absorben  es  muy  reducida,  ello  representa  alrededor  del
         0,011% de la fruta entera, objetó la doctora.
                Azo contestó:
         -      Las  dosis  homeopáticas  son,  muy  frecuentemente,  las  más  activas.  El  difenilo  ha  causado  graves
         trastornos, úlceras dolorosas de las mucosas. El lavado de las frutas no sirve para nada. Todos estos procesos
         de falsificación, no se limitan solamente a desvalorizar las frutas, sino que todavía elevan enormemente el
         precio.
         -      ¡He aquí lo que está bien, Azo! bromeó el Diablo. Al mismo tiempo, no debería repetirse casos como
         aquel que relata este diario...
                El Diablo tiende a Azo un diario.
         -      Ha sido Murduscatu quien me ha demostrado aquello. ¡Tiene Ud. suerte de que no esté  aquí! ¡Le
         jalaría las orejas! Léanos esta noticia, se lo ruego.
                Azo tomó el diario y leyó en voz alta:
         -      ¡ATENCIÓN! ¡Peligro mortal! ¡Desconfíe de los limones!
                “Catania, 24 de Julio de 1958. La policía de Catania conduce una búsqueda para encontrar algunos
         miles de limones cuyo simple contacto es mortal. Estos limones han sido robados de dos depósitos de San
         Giuseppe la Rena. Habían sido rociados, hace dos semanas, con un producto extremadamente tóxico, para su
         conservación, y no habían sido todavía limpiados. En vista de que este veneno penetra por los poros de la piel
         humana, puede ocasionar la muerte".
         -      ¿Qué puede Ud. decir en defensa propia?
         -      ¡Hum!  hizo  Azo,  con  una  risa  contenida.  He  oído  hablar  de  ese  pequeño  incidente.  ¡Perdóneme,
         Patrón! Era nuestro primer experimento con un veneno nuevo, ¡un veneno milagroso! ¡Que se hayan robado
         esos limones, fue mala suerte! ¡De todas maneras esta noticia muestra bien que no nos vamos por las ramas!
         Nosotros no dudamos en poner un veneno violento y mortal en una fruta destinada a la alimentación humana.
         Tome nota, ¡mortal por simple contacto! Aún cuando se elimine por lavados, queda siempre un poco en la
         fruta.
                "Por otra parte, debería haber sido el deber del demonio de la Prensa esconder este asunto delicado y
         detener todas las publicaciones al respecto".
         -      ¡He! murmuró el Diablo. Usted culpa a otro. ¡Pero de todas maneras es Ud. un buen diablo, Azo!
                El patrón hizo un signo de aprobación.



         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                48
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