Page 50 - La Cocina del Diablo
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-      Si no me equivoco, un ministro alemán ha prometido, recientemente, que ya no se importará más en
         nuestro país cítricos tratados químicamente, declaró Alfred.
         -      El consumo de frutas importadas aumenta de año en año. Ella era, en 1956, de 883 millones de DM
         (marcos alemanes). Hoy en día, se acerca a los mil millones.
         -      ¡Continuemos! ordenó el Diablo.
                Azo prosiguió
         -      Se recuperan las cáscaras y los deshechos de las frutas para hacer mermeladas excelentes. Algunos
         países llegan hasta a importar esos deshechos, impregnados de docenas de conservantes. Se recrea el gusto de
         fruta con ayuda de ingredientes diversos. Se facilitan también su conversión en gel con productos químicos.
         Y para terminar, se embellece esta mixtura apetitosa tiñéndola con colores a la anilina.
         -      Un instituto de investigaciones de Alemania ha declarado que la mayoría de los colores de anilina no
         son en absoluto cancerígenos, hizo notar la joven médico.
         -      ¡En el estado actual de conocimientos, madame! dijo el Diablo.
         -      Mientras  tanto,  sobre  esos  18  colorantes  declarados  inofensivos  por  sabios  alemanes,  4  han  sido
         reconocidos como tóxicos: el amarillo 27 175, el anaranjado GGN, el amarillo a anaranjado S y el azul de
         indantreno, replicó Azo.
         -      ¡En el estado actual de conocimientos! repitió el Patrón en el mismo tono.
         -      Las mermeladas comerciales encierran de 45 a 55% de azúcar blanca. Pero se le reemplaza también
         parcialmente por jarabe de almidón, que se prepara bajo presión en recipientes de cobre, con ácido sulfúrico
         diluido o ácido clorhídrico. ¡Este jarabe de almidón es una maravillosa obra de arte! Se lo neutraliza, se lo
         filtra, se lo concentra y se lo conserva.
                "Las mermeladas en cuestión, son cocidas a una temperatura de 100 a 120 grados. Los utensilios son
         en cobre, como conviene. Por supuesto, se le agrega todo tipo de conservantes. El resultado ya no tiene nada
         en común con las frutas. En el mejor de los casos, se encuentran sus cáscaras o un poco de pulpa que la
         cocción ha conservado. En este producto alimenticio, todo es artificial".
                Otra vez se iluminó la central telefónica. Era Do, la secretaria general, quien llamaba.
         -      ¡Por todos los diablos! gritó el Patrón. ¿Es que no tendré paz hoy día?
                Do respondió sin alterarse:
         -      Doce horas diez minutos, ¡En el aparato, la industria del Turismo Internacional!
         -      ¡En nombre del diablo, contáctelos!
         -      Todavía un sector en el que tiene intereses, murmuró Francoise. El Patrón la escuchó.
         -      Si, gruñó él. Pero este sector es reciente. Mis agentes en esto son más tontos que los lactantes. Hay
         que prepararles el trabajo.
                Su voz se tornó dura como al principio.
         -      ¡Aló! ¡Aquí el Patrón! ¡Atención! Tomen nota de mis indicaciones:
                "En la medida que el hombre sucumbe cada vez más en esta epidemia que es llamada civilización, él
         siente más la nostalgia de lugares salvajes, donde las concepciones del diablo aún no tienen acceso. Vuestra
         tarea  es  la  de  hacer  desaparecer  todo  aquello  que  aún  pueda  subsistir  de  los  paisajes  inutilizados  por  la
         industria. ¡Uds. deben transformar por todas partes la Naturaleza en campos feriales!"
                "Apesten  el  aliento  original  de  los  bosques  y  de  los  prados  por  la  vías  de  asfalto,  con  vehículos
         contaminantes, con funiculares, teleféricos, con hoteles y restaurantes de lujo”.
                "Cuando el paisaje primitivo esté destruido, no puede ser creado de nuevo!".
                “¡Hagan de  modo que la Naturaleza no sea más que una  materia prima  para la industria turística!
         ¡Vendan al máximo ofreciendo el silencio y la soledad! ¡Deshonren por doquier la tierra! ¡Ensucien con los
         desechos  del  confort  -papeles  engrasados  y  latas  de  conservas-  hasta  los  últimos  rincones  naturales  de  la
         tierra, ¡los más lejanos! Ofrezcan a los snobs, según sus buenos gustos echarse a dormir al sol del océano, la
         nieve  purpúrea  de  los  Alpes  en  el  atardecer,  cascadas  iluminadas  con  electricidad  de  modo  que  puedan
         babear de admiración en smokings y trajes de noche bajo el ruido tumultuoso del jazz!”.
                “¡Aleguen  sin  descanso  las  nociones  de  provecho,  de  desarrollo  económico!  ¡Tengan  siempre
         presente en el espíritu la preocupación de las divisas que es necesario procurarse! Hagan valer también, cerca

         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                49
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