Page 65 - La Cocina del Diablo
P. 65
- Nuestros cómplices han dificultado la promulgación de esta ley por espacio de diez años. No
ahorraron ninguna intriga. Aquello no podía durar siempre ... y además nuestros adversarios han excitado a
las mujeres alemanas en contra nuestra. La promulgación se volvió inevitable.
"Pero tome bien nota que las viejas leyes, aquellas de 1880 y 1912, han quedado en vigor. Ellas
toleran todos los venenos que no matan en la hora. ¡Por otro lado, la nueva ley que tiene tantos considerandos
que la vuelve prácticamente implacable! Es una verdadera tela de araña, a través de la cual uno puede
siempre pasar. ¡No olvide que son nuestros agentes que la han puesto en orden!".
Murduscatu se irritó:
- ¡En los términos de esta ley, no se puede agregar a los productos más que sustancias extranjeras
formalmente autorizadas!
- ¿Sabe Ud. qué está autorizado? preguntó Azo a su acusador: las vitaminas sintéticas, y todas las
sustancias aromáticas que tienen la misma estructura que sus homólogos naturales. Pues la ley no hace
ninguna diferencia entre lo que está muerto y lo que está vivo.
- Se ha prohibido inocular antibióticos a los animales antes de beneficiarlos e inyectarles sustancias
estrógenas o tireostáticas, insistió Murduscatu.
- ¿Qué importa?
Azo parecía mofarse de sus interlocutos.
- Se ha prohibido igualmente mezclar a los alimentos cuerpos dañinos a la salud, y todo aquello que
presenta un gusto y un perfume dudoso.
- ¿Quién decide qué es que tiene un gusto o un perfume sospechoso? ¡Nuestros bravos expertos, es
decir nuestros agentes!
- Se ha prohibido sobrepasar ciertas dosis máximas.
- ¡Déjeme reír! ¡No existen las dosis máximas! Nosotros sabemos que todas las trazas, aún las más
mínimas de un cuerpo extraño a la vida son peligrosas, cuando se les absorbe en forma continuada. ¿Y
aunque existieran aquellas máximas, quién las hubiera establecido? ¿Quién puede enorgullecerse de haber
realizado experiencias en base a generaciones?
“¡En nuestros días, ya nadie sabe si una cosa es nociva o si no lo es!. Ud. puede estar tranquilo
Patrón”.
“Así, el legislador decide como inofensivos a los herbicidas, los insecticidas y los fungicidas bajo
condición de no sobrepasar las dosis máximas. ¿Pero quién decide sobre estas dosis? los expertos asalariados
de la Industria y el Comercio, quienes no renunciarían a las ganancias de varios miles de millones”.
“Los sindicatos agrícolas, los consorcios, las cámaras de comercio designan consejeros técnicos a
sueldo pero jamás escuchan a los sabios de verdad, los biólogos sobretodo y los verdaderos médicos. Y los
consejeros no van a divertirse en cortar la rama que los lleva...”.
“Un ejemplo: se permite irradiar los alimentos y no hay prescripción alguna para hacer conocer si
ellos lo han sido, ni cómo. La irradiación está fuera de toda sospecha...".
Murduscatu, malgeniado, ladeaba la cabeza. Prosiguió.
- Los artículos 4, 2 y 3 de la nueva ley prohíben disfrazar con sustancias extrañas el estado de
putrefacción de un alimento. Otro artículo prohíbe escribir sobre una etiqueta las palabras "puro, natural,
sano, etc.”, cuando el alimento contiene productos químicos, aún tolerados, y recomendarlo para niños,
enfermos y convalecientes.
- ¿A qué sirve eso? preguntó Azo. En el párrafo siguiente, se prevén excepciones a esas reglas. La ley
no es otra cosa que un caos extraordinario de ordenanzas contradictorias, las que se anulan las unas a las
otras.
“¿Y qué gourmet, qué gastrónomo, buscará echar luces a estas tinieblas, en un momento de sentarse a
la mesa?”.
- Queda la obligación de declarar en el embalaje la composición de un alimento, continuó Murduscatu.
- Ella existe ya. Pero ¿qué cliente, antes de comprar, se tomará el trabajo de leer esta indicación escrita
en caracteres pequeños y en una esquina de la etiqueta?
La Cocina del Diablo – Gunther Schwab 64

