Page 69 - La Cocina del Diablo
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Se  tomó  el  almuerzo  en  común  en  el  comedor  del  Diablo.  El  Patrón,  con  una  afabilidad  hipócrita,
         desempeñaba el rol de dueño de casa. Se esforzaba por divertir a sus huéspedes con un diálogo brillante y
         casi ininterrumpido con el periodista Bob Harding. Los otros tres invitados permanecieron encerrados en sí
         mismos, aparentemente apáticos y vencidos por el peso de la pesadilla que acababan de vivir.
                El Diablo miró a Francoise sonriendo. Ella estaba pálida y parecía cansada.
         -      Ustedes habrán superado esta prueba muy pronto, amigos míos, dijo él. Todavía una corta tarde, y
         ustedes se habrán convertido en mis aliados, mis colaboradores. Una nueva vida se abrirá ante ustedes. Una
         vida más bella y más rica...
                Luego de un momento Francoise preguntó.
         -      ¿Qué más nos hará escuchar?
         -      ¡Poca cosa, no tema nada! Después del almuerzo, Tox volverá a unírsenos: No. 405, Departamento
         del envenenamiento de la vida cotidiana.
                Alfred levantó los ojos:
         -      ¡Me parece que no escuchamos ninguna otra cosa desde que estamos aquí!
         -      Es verdad. Nosotros hemos hecho del mundo humano un vasto campo de la muerte, del cual no se
         puede  escapar.  Desde  lo  alto  de  nuestras  torres  de  espionaje,  nosotros  apuntamos  nuestras  armas.  La
         alambrada  está  electrificada.  Y  si  se  encuentra  en  alguna  parte,  un  intersticio,  Tox  está  encargado  de
         obturarlo.
                Tox era un diablo largo y muy flaco, con una nariz ganchuda y dedos de araña. Su mano gris se elevó
         hacia su boca, para tocar su mostacho incoloro, se habría creído ver saltar un insecto repugnante.
         -      He aquí..., comenzó él pensativo, venenos innumerables que caen en el plato de todos y cada uno.
         Pero  no  es  superfluo  agregar  otros  todavía.  La  prudencia  es  la  madre  de  la  seguridad.  Y  es  por  mayor
         seguridad que se ha instituido mi departamento. No es un servicio muy importante, pero en fin...
                La continuación se perdió en un murmullo.
                El Patrón golpeó la mesa con el puño, y Tox se reaseguró.
         -      En todas las casas, dijo Tox, ¿hay insectos, no es cierto? hormigas, arañas, polillas, cucarachas. Yo
         preconizo  los  insecticidas  garantizados  como  inofensivos:  el  DDT  y  el  HCH.  En  pulverizaciones,  nubes,
         humos,  revestimientos  que  se  ponen  en  delgadas  capas  sobre  un  cuerpo,  y  hasta  en  productos  de
         mantenimiento domésticos: hay DDT en la cera para pisos. En la primera fila de estos insecticidas se sitúa el
         Clordano.
                El Diablo se echó a reír.
         -      Los papeles para empapelar muros, las pinturas, están impregnados. Los cigarrillos contienen a veces
         hasta cuatro partes por millón (ppm). Estos encierran también un poco de HCH. ¡Yo ataco la vida en todos
         los frentes!
         -      ¡Sea más breve! gruñó el Diablo.
         -      Yo pongo plomo en los cubiertos de mesa, en las cacerolas esmaltadas, en los esmaltes y las lacas. El
         contenido de plomo en el cuerpo humano no cesa de aumentar. En la gente que no tiene nada en común con
         las profesiones del plomo, se ha encontrado, en 1933, un promedio de 0,02 mg. por litro de orina, en 1941,
         era ya de 0,03 mg.
                "Tres  personas  que  trabajan  en  un  local  cerrado,  con  el  intimito  Global,  fueron  encontradas  sin
         conocimiento  al  cabo  de  40  minutos.  Fue  necesario  recurrir  a  la  respiración  artificial.  Estas  personas
         sobrevivieron,  pero  sufrieron  por  mucho  tiempo  de  dolores  de  cabeza,  vértigos,  nauseas  y  erupciones
         cutáneas".
         -      ¡Atención, Tox!, Si esto se sabe, ¡ya nadie comprará Globo!
         -      He cambiado el nombre y lo he rebautizado Melan. Se vende muy bien. Pongo la fenil-alfanaftilamina
         en la goma de mascar; yodo en la pasta dental y aún en la leche.
                “Las damas tienen, en su mesa de tocador, un hermoso surtido de venenos cosméticos. Hay talio en
         las cremas depilatorias, este metal provoca la linfocitosis, una enfermedad cuyo desenlace es siempre fatal.
         El buen ácido salicílico figura en las aguas dentríficas, pomadas, emplastos para los callos en los pies, las
         tinturas,  las  pastas  dentales  contienen  decolorantes  nocivos.  Se  encuentra  la  bencedrina,  la  tiroidina  y

         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                68
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