Page 150 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 150
razón en cuanto se trataba de cualquiera de los dos. Hasta este momento no me
conocía a mí misma.»
De sí misma a Jane y de Jane a Bingley, sus pensamientos recorrían un
camino que no tardó en conducirla a recordar que la explicación que Darcy
había dado del asunto de éstos le había parecido muy insuficiente, y volvió a
leerla. El efecto de esta segunda lectura fue muy diferente. ¿Cómo no podía dar
crédito a lo que Darcy decía sobre uno de los puntos, si se había visto forzada a
dárselo en el otro? Darcy declaraba haber sospechado siempre que Jane no
sentía ningún amor por Bingley, y Elizabeth recordó cuál había sido la opinión de
Charlotte. Tampoco podía discutir la exactitud de su descripción de Jane; a
Elizabeth le constaba que los sentimientos de su hermana, aunque fervientes,
habían sido poco exteriorizados; y que la constante complacencia en su aire y
maneras a menudo no iba unida a una gran sensibilidad.
Cuando llegó a la parte de la carta donde Darcy mencionaba a su familia en
términos de tan humillantes aunque merecidos reproches, Elizabeth sintió
verdadera vergüenza. La justicia de sus acusaciones le parecía demasiado
evidente para que pudiera negarla, y las circunstancias a las que aludía en
particular como ocurridas en el baile de Netherfield, no le podían haber
impresionado a él más de lo que le habían abochornado a ella.
El elogio que Darcy les tributaba a ella y a su hermana no le pasó
inadvertido. La halagó, pero no pudo consolarse por el desprecio que implicaba
para el resto de la familia; y al considerar que los sinsabores de Jane habían sido
en realidad obra de su misma familia, y al reflexionar en lo mal parado que
había de quedar el crédito de ambas por aquella conducta impropia, sintió un
abatimiento que hasta entonces no había conocido.
Después de andar dos horas a lo largo del camino dando vueltas a la
diversidad de sus pensamientos, considerando de nuevo los hechos, determinando
posibilidades y haciéndose paulatinamente a tan repentino e importante cambio,
la fatiga y el acordarse del tiempo que hacía que estaba fuera la hicieron
regresar a la casa. Entró en ella con el propósito de aparentar su alegría de
siempre y resuelta a reprimir los pensamientos que la asediaban, ya que de otra
forma no sería capaz de mantener conversación alguna.
Le dijeron que lo dos caballeros de Rosings habían estado allí durante su
ausencia; Darcy sólo por breves instantes, para despedirse; pero que el coronel
Fitzwilliam se había quedado una hora por lo menos, para ver si ella llegaba y
casi dispuesto a ir en su busca. A Elizabeth apenas le afectaba la partida del
coronel; en realidad se alegraba. Sólo podía pensar en la carta de Darcy.