Page 212 - Libro Orgullo y Prejuicio
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CAPÍTULO XLIX
      Dos  días  después  de  la  vuelta  del  señor  Bennet,  mientras  Jane  y  Elizabeth
      paseaban juntas por el plantío de arbustos de detrás de la casa, vieron al ama de
      llaves que venía hacia ellas. Creyeron que iba a llamarlas de parte de su madre y
      corrieron  a  su  encuentro;  pero  la  mujer  le  dijo  a  Jane:  Dispense  que  la
      interrumpa, señorita; pero he supuesto que tendría usted alguna buena noticia de
      la capital y por eso me he tomado la libertad de venir a preguntárselo.
        —¿Qué dice usted, Hill? No he sabido nada.
        —¡Querida señorita! —exclamó la señora Hill con gran asombro—. ¿Ignora
      que ha llegado un propio para el amo, enviado por el señor Gardiner? Ha estado
      aquí media hora y el amo ha tenido una carta.
        Las dos muchachas se precipitaron hacia la casa, demasiado ansiosas para
      poder  seguir  conversando.  Pasaron  del  vestíbulo  al  comedor  de  allí  a  la
      biblioteca, pero su padre no estaba en ninguno de esos sitios; iban a ver si estaba
      arriba con su madre, cuando se encontraron con el mayordomo que les dijo:
        —Si  buscan  ustedes  a  mi  amo,  señoritas,  lo  encontrarán  paseando  por  el
      sotillo.
        Jane  y  Elizabeth  volvieron  a  atravesar  el  vestíbulo  y,  cruzando  el  césped,
      corrieron detrás de su padre que se encaminaba hacia un bosquecillo de al lado
      de la cerca.
        Jane, que no era tan ligera ni tenía la costumbre de correr de Elizabeth, se
      quedó atrás, mientras su hermana llegaba jadeante hasta su padre y exclamó:
        —¿Qué noticias hay, papá? ¿Qué noticias hay? ¿Has sabido algo de mi tío?
        —Sí, me ha mandado una carta por un propio.
        —¿Y qué nuevas trae, buenas o malas?
        —¿Qué  se  puede  esperar  de  bueno?  —dijo  el  padre  sacando  la  carta  del
      bolsillo—. Tomad, leed si queréis.
        Elizabeth cogió la carta con impaciencia. Jane llegaba entonces.
        —Léela en voz alta —pidió el señor Bennet—, porque todavía no sé de qué se
      trata.
          Gracechurch Street, lunes 2 de agosto.
          Mi querido hermano,
          Por fin puedo enviarte noticias de mi sobrina, y tales, en conjunto, que
        espero te satisfagan. Poco después de haberte marchado tú el sábado, tuve
        la  suerte  de  averiguar  en  qué  parte  de  Londres  se  encontraban.  Los
        detalles  me  los  reservo  para  cuando  nos  veamos;  bástete  saber  que  ya
        están descubiertos; les he visto a los dos.
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