Page 219 - Libro Orgullo y Prejuicio
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confianza que él; pero le mortificaba que supiese la flaqueza de su hermana. Y
no por el temor de que le acarrease a ella ningún perjuicio, porque de todos
modos el abismo que parecía mediar entre ambos era invencible. Aunque el
matrimonio de Lydia se hubiese arreglado de la manera más honrosa, no se
podía suponer que Darcy quisiera emparentar con una familia que a todos sus
demás reparos iba a añadir ahora la alianza más íntima con el hombre que con
tanta justicia Darcy despreciaba.
Ante una cosa así era natural que Darcy retrocediera. El deseo de ganarse el
afecto de Elizabeth que ésta había adivinado en él en Derbyshire, no podía
sobrevivir a semejante golpe. Elizabeth se sentía humillada, entristecida, y llena
de vagos remordimientos. Ansiaba su cariño cuando ya no podía esperar
obtenerlo. Quería saber de él cuando ya no había la más mínima oportunidad de
tener noticias suyas. Estaba convencida de que habría podido ser feliz con él,
cuando era probable que no se volvieran a ver.
« ¡Qué triunfo para él —pensaba— si supiera que las proposiciones que
deseché con tanto orgullo hace sólo cuatro meses, las recibiría ahora
encantada!»
No dudaba que era generoso como el que más, pero mientras viviese, aquello
tenía que constituir para él un triunfo.
Empezó entonces a comprender que Darcy era exactamente, por su modo de
ser y su talento, el hombre que más le habría convenido. El entendimiento y el
carácter de Darcy, aunque no semejantes a los suyos, habrían colmado todos sus
deseos. Su unión habría sido ventajosa para ambos: con la soltura y la viveza de
ella, el temperamento de él se habría suavizado y habrían mejorado sus modales.
Y el juicio, la cultura y el conocimiento del mundo que él poseía le habrían
reportado a ella importantes beneficios.
Pero ese matrimonio ideal ya no podría dar una lección a las admiradoras
multitudes de lo que era la felicidad conyugal; la unión que iba a efectuarse en la
familia de Elizabeth era muy diferente y excluía la posibilidad de la primera.
No podían imaginar cómo se las arreglarían Wickham y Lydia para vivir con
una pasable independencia; pero no le era difícil conjeturar lo poco estable que
había de ser la felicidad de una pareja unida únicamente porque sus pasiones
eran más fuertes que su virtud.
El señor Gardiner no tardó en volver a escribir a su cuñado. Contestaba
brevemente al agradecimiento del señor Bennet diciendo que su mayor deseo
era contribuir al bienestar de toda su familia y terminaba rogando que no se
volviese a hablar más del tema. El principal objeto de la carta era informarle de
que Wickham había resuelto abandonar el regimiento.
Tenía muchas ganas de que lo hiciese —añadía cuando ultimamos el
matrimonio; y creo que convendrás conmigo en que su salida de ese