Page 225 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 225
el padrino, y si llegábamos después de la hora, ya no podríamos casarnos aquel
día. Pero, afortunadamente, mi tío estuvo listo a los dos minutos y salimos para la
iglesia. Pero después me acordé de que si tío Gardiner no hubiese podido ir a la
boda, de todos modos no se habría suspendido, porque el señor Darcy podía
haber ocupado su lugar.
—¡El señor Darcy! —repitió Elizabeth con total asombro.
¡Claro! Acompañaba a Wickham, ya sabes. Pero ¡ay de mí, se me había
olvidado! No debí decirlo. Se lo prometí fielmente. ¿Qué dirá Wickham? ¡Era un
secreto!
—Si era un secreto —dijo Jane— no digas ni una palabra más. Yo no quiero
saberlo.
—Naturalmente —añadió Elizabeth, a pesar de que se moría de curiosidad—,
no te preguntaremos nada.
—Gracias —dijo Lydia—, porque si me preguntáis, os lo contaría todo y
Wickham se enfadaría.
Con semejante incentivo para sonsacarle, Elizabeth se abstuvo de hacerlo y
para huir de la tentación se marchó.
Pero ignorar aquello era imposible o, por lo menos, lo era no tratar de
informarse. Darcy había asistido a la boda de Lydia. Tanto el hecho como sus
protagonistas parecían precisamente los menos indicados para que Darcy se
mezclase con ellos. Por su cabeza cruzaron rápidas y confusas conjeturas sobre
lo que aquello significaba, pero ninguna le pareció aceptable. Las que más le
complacían, porque enaltecían a Darcy, eran aparentemente improbables. No
podía soportar tal incertidumbre, por lo que se apresuró y cogió una hoja de
papel para escribir una breve carta a su tía pidiéndole le aclarase lo que a Lydia
se le había escapado, si era compatible con el secreto del asunto.
« Ya comprenderás —añadía— que necesito saber por qué una persona que
no tiene nada que ver con nosotros y que propiamente hablando es un extraño
para nuestra familia, ha estado con vosotros en ese momento. Te suplico que me
contestes a vuelta de correo y me lo expliques, a no ser que haya poderosas
razones que impongan el secreto que Lydia dice, en cuyo caso tendré que tratar
de resignarme con la ignorancia.»
« Pero no lo haré» , se dijo a sí misma al acabar la carta; « y querida tía, si no
me lo cuentas, me veré obligada a recurrir a tretas y estratagemas para
averiguarlo» .
El delicado sentido del honor de Jane le impidió hablar a solas con Elizabeth
de lo que a Lydia se le había escapado. Elizabeth se alegró, aunque de esta
manera, si sus pesquisas daban resultado, no podría tener un confidente.