Page 236 - Libro Orgullo y Prejuicio
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señora Bennet.
        —Efectivamente —dijo Bingley.
        —Empezaba a temer —continuó ella— que ya no volvería. La gente dice que
      por San Miguel piensa usted abandonar esta comarca; pero espero que no sea
      cierto.  Han  ocurrido  muchas  cosas  en  la  vecindad  desde  que  usted  se  fue;  la
      señorita Lucas se casó y está establecida en Hunsford, y también se casó una de
      mis hijas. Supongo que lo habrá usted sabido, seguramente lo habrá leído en los
      periódicos. Salió en el Times y en el Courrier, sólo que no estaba bien redactado.
      Decía solamente: « El caballero George Wickham contrajo matrimonio con la
      señorita Lydia Bennet» , sin mencionar a su padre ni decir dónde vivía la novia ni
      nada. La gacetilla debió de ser obra de mi hermano Gardiner, y no comprendo
      cómo pudo hacer una cosa tan desabrida. ¿Lo vio usted?
        Bingley respondió que sí y la felicitó. Elizabeth no se atrevía a levantar los
      ojos y no pudo ver qué cara ponía Darcy.
        —Es delicioso tener una hija bien casada —siguió diciendo—, pero al mismo
      tiempo,  señor  Bingley,  es  muy  duro  que  se  me  haya  ido  tan  lejos.  Se  han
      trasladado a Newcastle, que cae muy al Norte, según creo, y allí estarán no sé
      cuánto  tiempo.  El  regimiento  de  mi  yerno  está  destinado  allí,  porque  habrán
      ustedes oído decir que ha dejado la guarnición del condado y que se ha pasado a
      los regulares. Gracias a Dios tiene todavía algunos amigos, aunque quizá no tantos
      como merece.
        Elizabeth, sabiendo que esto iba dirigido a Darcy, sintió tanta vergüenza que
      apenas podía sostenerse en la silla. Sin embargo, hizo un supremo esfuerzo para
      hablar y preguntó a Bingley si pensaba permanecer mucho tiempo en el campo.
      Él respondió que unas semanas.
        —Cuando  haya  matado  usted  todos  sus  pájaros,  señor  Bingley  —dijo  la
      señora  Bennet—,  venga  y  mate  todos  los  que  quiera  en  la  propiedad  de  mi
      esposo. Estoy segura que tendrá mucho gusto en ello y de que le reservará sus
      mejores nidadas.
        El malestar de Elizabeth aumentó con tan innecesaria y oficiosa atención. No
      le cabía la menor duda de que todas aquellas ilusiones que renacían después de
      un año acabarían otra vez del mismo modo. Pensó que años enteros de felicidad
      no  podrían  compensarle  a  ella  y  a  Jane  de  aquellos  momentos  de  penosa
      confusión.
        « No deseo más que una cosa —se dijo—, y es no volver a ver a ninguno de
      estos dos hombres. Todo el placer que pueda proporcionar su compañía no basta
      para compensar esta vergüenza. ¡Ojalá no tuviera que volver a encontrármelos
      nunca!»
        Pero aquella desdicha que no podrían compensar años enteros de felicidad, se
      atenuó poco después al observar que la belleza de su hermana volvía a despertar
      la admiración de su antiguo enamorado. Al principio Bingley habló muy poco
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