Page 41 - Libro Orgullo y Prejuicio
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—¿Tiene algo más que proponerme para mi felicidad doméstica?
        —¡Oh, sí! Deje que los retratos de sus tíos, los Phillips, sean colgados en la
      galería de Pemberley. Póngalos al lado del tío abuelo suyo, el juez. Son de la
      misma  profesión,  aunque  de  distinta  categoría.  En  cuanto  al  retrato  de  su
      Elizabeth,  no  debe  permitir  que  se  lo  hagan,  porque  ¿qué  pintor  podría  hacer
      justicia a sus hermosos ojos?
        —Desde luego, no sería fácil captar su expresión, pero el color, la forma y
      sus bonitas pestañas podrían ser reproducidos.
        En  ese  momento,  por  otro  sendero  del  jardín,  salieron  a  su  paso  la  señora
      Hurst y Elizabeth.
        —No sabía que estabais paseando —dijo la señorita Bingley un poco confusa
      al pensar que pudiesen haberles oído.
        —Os habéis portado muy mal con nosotras —respondió la señora Hurst— al
      no decirnos que ibais a salir.
        Y, tomando el brazo libre del señor Darcy, dejó que Elizabeth pasease sola.
      En el camino sólo cabían tres. El señor Darcy se dio cuenta de tal descortesía y
      dijo inmediatamente:
        —Este paseo no es lo bastante ancho para los cuatro, salgamos a la avenida.
        Pero  Elizabeth,  que  no  tenía  la  menor  intención  de  continuar  con  ellos,
      contestó muy sonriente:
        —No, no; quédense donde están. Forman un grupo encantador, está mucho
      mejor así. Una cuarta persona lo echaría a perder. Adiós.
        Se fue alegremente regocijándose al pensar, mientras caminaba, que dentro
      de uno o dos días más estaría en su casa. Jane se encontraba ya tan bien, que
      aquella misma tarde tenía la intención de salir un par de horas de su cuarto.
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