Page 43 - Libro Orgullo y Prejuicio
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y dijo:
—¿Piensas seriamente en dar un baile en Netherfield, Charles? Antes de
decidirte te aconsejaría que consultases con los presentes, pues o mucho me
engaño o hay entre nosotros alguien a quien un baile le parecería, más que una
diversión, un castigo.
—Si te refieres a Darcy —le contestó su hermano—, puede irse a la cama
antes de que empiece, si lo prefiere; pero en cuanto al baile, es cosa hecha, y tan
pronto como Nicholls lo haya dispuesto todo, enviaré las invitaciones.
—Los bailes me gustarían mucho más —repuso su hermana— si fuesen de
otro modo, pero esa clase de reuniones suelen ser tan pesadas que se hacen
insufribles. Sería más racional que lo principal en ellas fuese la conversación y
no un baile.
—Mucho más racional sí, Caroline; pero entonces ya no se parecería en nada
a un baile.
La señorita Bingley no contestó; se levantó poco después y se puso a pasear
por el salón. Su figura era elegante y sus andares airosos; pero Darcy, a quien iba
dirigido todo, siguió enfrascado en la lectura. Ella, desesperada, decidió hacer un
esfuerzo más, y, volviéndose a Elizabeth, dijo:
—Señorita Eliza Bennet, déjeme que la convenza para que siga mi ejemplo y
dé una vuelta por el salón. Le aseguro que viene muy bien después de estar tanto
tiempo sentada en la misma postura.
Elizabeth se quedó sorprendida, pero accedió inmediatamente. La señorita
Bingley logró lo que se había propuesto con su amabilidad; el señor Darcy
levantó la vista. Estaba tan extrañado de la novedad de esta invitación como podía
estarlo la misma Elizabeth; inconscientemente, cerró su libro. Seguidamente, le
invitaron a pasear con ellas, a lo que se negó, explicando que sólo podía haber dos
motivos para que paseasen por el salón juntas, y si se uniese a ellas interferiría en
los dos. « ¿Qué querrá decir?» La señorita Bingley se moría de ganas por saber
cuál sería el significado y le preguntó a Elizabeth si ella podía entenderlo.
—En absoluto —respondió—; pero, sea lo que sea, es seguro que quiere
dejarnos mal, y la mejor forma de decepcionarle será no preguntarle nada.
Sin embargo, la señorita Bingley era incapaz de decepcionar a Darcy, e
insistió, por lo tanto, en pedir que les explicase los dos motivos.
—No tengo el más mínimo inconveniente en explicarlo —dijo tan pronto
como ella le permitió hablar—. Ustedes eligen este modo de pasar el tiempo o
porque tienen que hacerse alguna confidencia o para hablar de sus asuntos
secretos, o porque saben que paseando lucen mejor su figura; si es por lo
primero, al ir con ustedes no haría más que importunarlas; y si es por lo segundo,
las puedo admirar mucho mejor sentado junto al fuego.
—¡Qué horror! —gritó la señorita Bingley—. Nunca he oído nada tan
abominable. ¿Cómo podríamos darle su merecido?