Page 74 - Libro Orgullo y Prejuicio
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historia y lo único que sabe se lo ha dicho él, seguiré pensando de los dos
caballeros lo mismo que pensaba antes.
Dicho esto, ambas hermanas iniciaron otra conversación mucho más grata
para las dos. Elizabeth oyó encantada las felices aunque modestas esperanzas que
Jane abrigaba respecto a Bingley, y le dijo todo lo que pudo para alentar su
confianza. Al unírseles el señor Bingley, Elizabeth se retiró y se fue a hablar con
la señorita Lucas que le preguntó si le había agradado su última pareja. Elizabeth
casi no tuvo tiempo para contestar, porque allí se les presentó Collins, diciéndoles
entusiasmado que había tenido la suerte de hacer un descubrimiento
importantísimo.
—He sabido —dijo—, por una singular casualidad, que está en este salón un
pariente cercano de mi protectora. He tenido el gusto de oír cómo el mismo
caballero mencionaba a la dama que hace los honores de esta casa los nombres
de su prima, la señorita de Bourgh, y de la madre de ésta, lady Catherine. ¡De
qué modo tan maravilloso ocurren estas cosas! ¡Quién me iba a decir que habría
de encontrar a un sobrino de lady Catherine de Bourgh en esta reunión! Me
alegro mucho de haber hecho este descubrimiento a tiempo para poder
presentarle mis respetos, cosa que voy a hacer ahora mismo. Confío en que me
perdone por no haberlo hecho antes, pero mi total desconocimiento de ese
parentesco me disculpa.
—¿No se irá a presentar usted mismo al señor Darcy?
—¡Claro que sí! Le pediré que me excuse por no haberlo hecho antes. ¿No ve
que es el sobrino de lady Catherine? Podré comunicarle que Su Señoría se
encontraba muy bien la última vez que la vi.
Elizabeth intentó disuadirle para que no hiciese semejante cosa asegurándole
que el señor Darcy consideraría el que se dirigiese a él sin previa presentación
como una impertinencia y un atrevimiento, más que como un cumplido a su tía;
que no había ninguna necesidad de darse a conocer, y si la hubiese, le
correspondería al señor Darcy, por la superioridad de su rango, tomar la
iniciativa. Collins la escuchó decidido a seguir sus propios impulsos y, cuando
Elizabeth cesó de hablar, le contestó:
—Mi querida señorita Elizabeth, tengo la mejor opinión del mundo de su
excelente criterio en toda clase de asuntos, como corresponde a su inteligencia;
pero permítame que le diga que debe haber una gran diferencia entre las
fórmulas de cortesía establecidas para los laicos y las aceptadas para los clérigos;
déjeme que le advierta que el oficio de clérigo es, en cuanto a dignidad,
equivalente al más alto rango del reino, con tal que los que lo ejercen se
comporten con la humildad conveniente. De modo que permítame que siga los
dictados de mi conciencia que en esta ocasión me llevan a realizar lo que
considero un deber. Dispense, pues, que no siga sus consejos que en todo lo
demás me servirán constantemente de guía, pero creo que en este caso estoy