Page 210 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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LA PRINCESA DE ΒΑΚΗΤΛΝ 219
sus cuidados a un Amenofis III envejecido7. También los dioses egipcios
viajaban ocasionalmente, como hemos visto en el ejemplo de Amón-del-
Camino, que Unamón se encargó de llevar a Biblos. En el cuento de Im prin
cesa de Bakhtan, es llevado al Asia el Khonsu de Tebas, más exactamente una
de las dos formas de este dios, Khonsu-que-gobierna-en-Tebas —«Khonsu
el pequeño», como lo llama Erman8—a quien «Khonsu el grande», oficial
mente llamado Khonsu-en-Tebas-Neferhotep, provee con su fluido mági
co, y en quien delega sus poderes con vistas a curar a la princesa Bentrech.';
Este éxito será pues gloria principalmente de «Khonsu el pequeño», y
es fácil suponer que sería el clero adscrito al santuario de este dios quien
habría redactado, en forma de documento histórico, autentificado por el
prestigioso nombre de Ramsés II, la inscripción cuyo objetivo debía ser
recomendar un nuevo taumaturgo a la piedad de los tebanos. Esta leyen
da sirvió de tema a uno de los primeros Ÿoemes Barbares de Leconte de Lis
ie «Neferu-Ra» (aparecido en 1862, pocos años después del estudio de E.
de Rougé presentado en p. 220). El poeta ha modificado por supuesto los
datos: ignora a la princesa Bentrech y supone que Neferure (Neferu-Ra)
es hija de Ramsés II10. Para Neferure se llama al dios sanador: Khonsu
llega al palacio, con un gran séquito; encuentra a la princesa enferma y
languideciente «sobre su lecho virginal».
Hier, Ntférou-Ra courait parmi les roses,
j
f
La oue el le ront purs polis comme un bel or,
Et souriait, son ceur étant paisible encor,
De voir dam le àel bleu voler les ibis roses.
Et voici qu’elle pleure en un rêve enflammé,
Amer, mystérieux, qui consume sa vie!
Quel démon l’a touchée, ou quel dieu la convie?
f
O lumineuse leur, meurs-tu d’avoir aimé?
/Cfr. H. Ranke, «Istar als Heilgöttin in Ägypten», en Stud. Griffith, p. 412.
ΗA. Erman, Die Religion der Ägypter, p. 330. (traducción Wèfd, p. 377).
[H. de] T.: El tema de la Estela de Bentresh, si ha de datarse en la época de la primera do
minación persa en Egipto, como piensa Lefebvre, se podría relacionar, a nuestro modo de ver, con
otros documentos de ese período, como la célebre biografía de CJdjahorresne (cfr. j. M. Serrano,
Textos pura la Historia Antigua de Egipto, pp. 134 y ss.). Son varios los puntos de encuentro entre am
bos relatos: la relación entre Egipto y un país-potencia extranjero, la superioridad cultural y moral
de Egipto, el poder de sus dioses, el tema de las habilidades curativas <que Egipto pone al servicio
del soberano foráneo ¡la estatua milagrera de Khonsu, la eficacia como médico de Udjahorresne)...
Se trata de una cuestión en la que merece la pena profundizar; está inspirada en definitiva por la
voluntad de proyectar una imagen de dignidad, de predomino en lo religioso y cultural, ya cjue no
es posible lo mismo en lo polídco o militar, de Egipto, de un Egipto en el crepúsculo de su histo
ria frente a las potencias de la época (persas v griegos, fundamentalmente).]
1(1 Es cierto que una de las numerosas hijas de Ramsés II llevaba este nombre: cfr. H. Gauthier,
U m- ¿les Rois, III, p. 110.